«¿Qué les puedo decir? La Constitución me dio palabra a mí, al país y a los bonistas de que la deuda siempre se paga primero», declaró el primer ejecutivo. «Sin embargo, ahora la dichosa Constitución, contra mis deseos y los mejores intereses de los bonistas, ha decidido esconderse en esa caja de cristal y no dar ni un solo centavo de lo que debe. ¡Mala Constitución! ¡Mala!», le gritó el gobernador al inerte documento.
El gobernador concluyó asegurando que la Constitución le aseguró que esa es la única parte de ella que no le da la gana cumplir y que todo lo demás sigue aplicando. «Bien caprichosa y selectiva esa Constitución. ¿Pero qué puedo hacer yo si ella siempre tiene la última palabra?», finalizó.