El World Health Organization (WHO, por sus adorables siglas en inglés) cataloga el ébola como un Patógeno de Grupo de Riesgo 4 –lo que presumimos es de las categorías más espeluznantes, dado que cuenta con una patibularia tasa de mortandad de hasta 90%. Dicho virus ha cobrado fama recientemente, no porque haya sido descubierto hace poco –de hecho, fue descrito en el Congo ya en el 1976 — sino porque ahora es que ha habido par de casos en los Estados Unidos. «Cuando las víctimas del ébola eran negritos en países tercermundistas que ni siquiera sabría hallar en el mapa, no me importaba tres carajos», explicó el americano promedio, «pero ahora que podría llegar a los Estados Unidos y afectarnos a nosotros, esto es una enfermedad que tenemos que atajar inmediatamente. Y acá entre nos, ¡no me extrañaría para nada que este virus lo haya traído pa’cá Obama desde Kenya, para distraernos de cuán desastrosa ha sido su administración!», añadió el americano promedio, quien aparentemente es un republicano de clavo pasa’o a quien le faltan tres tornillos.
Como no hay nada en el mundo que no incite el espíritu de protagonismo boricua, muchos puertorriqueños han igualmente expresado temor de que el ébola llegue a nuestras costas. Sin embargo, el mismo virus desmintió rápidamente dichos rumores y prometió que jamás vendría a la Isla, «ciertamente no mientras siga el chikungunya ese haciendo escante». Aparentemente el ébola es consciente de que el virus del chikungunya sigue rampante en Puerto Rico, al punto que ya no se puede salir a la calle sin escuchar a alguien a quien ya le dio quejarse de cómo todavía le duelen las articulaciones y está hecho to’a una porquería (algo que, dicho sea de paso, ya reemplazó la comparación de achaques entre viejitos como el tema de conversación más común en las salas de espera de la Isla).
«Uff, ¡ese chikungunya sí que está arrasando con Puerto Rico!», exclamó temeroso el virus del ébola. «Yo pa’llá no voy ni a buscar billetes: ¡lo menos que necesito yo ahora es que se me pegue a mí esa vaina y que tenga que caminar por ahí como vieja artrítica en día lluvioso! Mejor me quedo acá en África, donde puedo regarme tranquilamente mientras el resto del mundo se hace el chivo loco. Digo, aunque darme un brinquito a Gringolandia también suena de lo más divertido: ¡nada me tripea más que trillar a personas que creen que su linaje, sus chavos o su blancura los hacen inmunes de los males del Tercer Mundo!».