El mandato del gobernador instruye a varias agencias públicas a permanecer abiertas de 7:30 a.m. a 7:00 p.m. de lunes a jueves (¡sin cerrar, increíblemente, durante la hora de almuerzo!); de 7:30 a.m. a 5:00 p.m. los viernes (por eso de que hay que empezar el güikén temprano, ¿vi’te?); e incluso de 9:00 a.m. a 2:00 p.m. los sábados (aunque ya muchos ciudadanos tildaron esta última estipulación de «demasiado útil y lógica como para que sea implementada por este gobierno»). Según allegados al gobernador, esta orden ejecutiva responde a quejas de empleados públicos de que los horarios regulares de sus agencias no son suficientes para poder comer todo el gofio que querrían ingerir, y que apreciarían tener más tiempo en la oficina para ignorar a una mayor cantidad de abonados.
En efecto, muchos empleados de las agencias que ofrecerán horario extendido le habían dejado saber a Fortaleza que se sentían agobiados por su tren de trabajo, arguyendo que «la semana se nos hace sal y agua sin que nos dé tiempo para mierdear como quisiéramos y sin poder pensar en todos los pajaritos preñados que pudiéramos». Un empleado del Departamento de Transportación y Obras Públicas (DTOP), por ejemplo, ilustró su penable situación laboral: «Yo llego por la mañana a eso de las nueve y pico, me pongo a cuchichear con mis compañeros de trabajo, me tomo un almuerzo de dos horas, y en un abrir y cerrar de ojos ya son las cuatro de la tarde y es hora de ir cerrando. ¡A esas alturas escasamente he podido desatender a cinco o seis docenas de abonados! Hay mucha más gente cuyo tiempo desperdiciar, y este horario extendido finalmente nos permitirá a nosotros los servidores públicos a hacer menos en más tiempo». (Incidentalmente, «¡Hacemos menos en más tiempo®!» es el lema oficial de la oficina de servicio al cliente del DTOP).
Por su parte, la ciudadanía recibió con beneplácito el anuncio sobre el horario extendido de agencias como el Centro de Recaudación de Ingresos Municipales (CRIM), la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) y la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA). «Antes, si tenía que disputar una factura de la Triple A no me quedaba más remedio que salir del trabajo y pasar las horas muertas en una sala de espera hediente a humedad, falta de baño y sueños rotos», comentó María Domínguez, «¡pero ahora podré perder todo mi sábado mejor!». La abonada, cuyos dos hijos nacieron (y fueron concebidos) en una sala de espera de la AAA, concluyó: «O sea, si los consumidores vamos a pasar horas muertas sentados en sillas incómodas viendo telenovelas venezolanas y escuchando música cristiana a to’ fuete, ¡que al menos sea en un horario que nos convenga!».
El gobernador fue increpado sobre cómo logra cuadrar sus anunciados ahorros presupuestarios con el gasto de mantener estas agencias públicas abiertas por más tiempo, a lo que respondió: «Esto es simple matemática, mi gente: antes del cambio, los empleados de estas oficinas no hacían nada, y tenían escasamente siete horas para lograrlo; sin embargo, cuando entre en vigor esta orden ejecutiva, tendrán casi doce horas para hacer ese mismo nada. O sea, si calculamos la productividad unitaria de los funcionarios, antes era cero entre siete, que es cero, pero ahora será cero entre doce que es… pérate…», explicó García Padilla, con la frente empapada de sudor y sacando una calculadora. «Bueno, dice aquí que también es cero, pero es un cero más pequeño, por lo que que su poder multiplicativo hace que al fin y al cabo la productividad por empleado aumente. ¡Los números no mienten!». Al insistirle que cero productividad sigue siendo igual a nada, el gobernador respondió triunfante: «Sí, pero no te olvides de cuán poderoso es el cero… y si no me crees, ¡dime si no prefieres un salario con tres ceros o uno con seis ceros!».