El excitante concurso laboral ha sido protagonizado por varios candidatos a la superintendencia de la Policía de Puerto Rico, quienes luchan enardecidamente por NO permanecer en dicho puesto. Al año pasado el aparente perdedor era Héctor Pesquera, quien, a pesar de que el gobernador intentó seducirlo con un jugoso e inaudito salario anual de más de 163 mil dólares; efusivas y marginalmente embarazosas loas ante los medios noticiosos; y sensuales sobitos de pie y de espalda, dimitió a su cargo hace varios meses. Entre jubilosos gritos de «¡Me libré! ¡Me libré!» y «Good luck with THAT, bitches!«, Pesquera fue el primer ganador del certamen al desvincularse del indeseado cargo político. En su discurso de victoria, el exjefe policiaco agradeció «a Papá Dios; a todos aquellos que nunca creyeron en mí; y a las misteriosas razones personales que me imposibilitaron continuar en este puesto«.
Acto seguido, la macacoa le cayó a James Tuller Cintrón, quien fungiera hasta la semana pasada como superintendente de la Policía. «Al principio yo simplemente no jugué estratégicamente», admitió este sobre su desempeño inicial en el concurso, «y por eso estuve a cargo de la uniformada por casi cuatro meses. Pero luego me dije a mí mismo que yo no vine aquí a hacer amigos: ¡yo vine aquí a ganar!». Fuentes internas revelaron que el ahora exjefe policiaco utilizó una pesquisa federal de evasión contributiva que pesaba en su contra como excusa para pedirle al gobernador que lo retirara de la contienda. «Lo mejor que hice fue hacerme el loco a la hora de llenar las planillas», celebró extático Tuller Cintrón. «Jamás hubiera imaginado que echarme encima la ira del Tío Sam sería algún día mi salvación — ¡si llego a haber sabido eso antes, no hubiera radicado planilla nunca!». Ante preguntas de qué haría en su tiempo de ocio antes de que el IRS lo lanzara a una oscura mazmorra, el exsuperintendente replicó: «Ser libre de esta olla de grillos que es Puerto Rico. ¡LIBRE!», tronó, añadiendo: «¡Viva Puerto Rico!».
Tras la salida de Tuller Cintón, el coronel Juan Rodríguez asumió transitoriamente el cargo de superintendente interino, pero este se desembarazó raudo y veloz de dicha posición encerrándose en el baño de la comandancia y rehusando salir hasta que Fortaleza no nominara a otro candidato. Hoy día el perdedor del certamen de «¿Quién NO quiere ser superintendente de la Policía?» es el coronel José Luis Caldero López, quien, con sus 35 años de arraigo en la uniformada y amplia experiencia en distintas posiciones dentro de dicho cuerpo castrense, parece estar singularmente cualificado para permanecer al mando de la Policía por un tiempo indefinido. «¿Cómo me zafaré de esta yo ahora?», se preguntó acongojado Caldero López. «Maldición… ¡en mala hora siempre pagué debidamente todas mis planillas!».