«¡Que quede claro que no tenemos nada malo que decir del próspero pueblo de Mayagüez, su guapísimo alcalde o su excelente administración!», aseguró rápidamente la junta editorial de este periódico, curándose en salud. «No queremos que nos caigan chinches encima o que nos carpeteen, porque si alguien empieza a buscarle trapitos sucios a un rotativo gestionado por una rata, un cangrimán y un marrano, no acaba nunca. Además, no querríamos jamás desviar recursos municipales que podrían ser mejor utilizados investigando a personas del partido de oposición que osen utilizar su ‘derecho’ a la ‘libre expresión’ para hablar pestes del primer ejecutivo mayagüezano. Hay que recordar que el derecho de expresión solo existe para decir cosas que sean del agrado de quien está en el poder… ¡por más ridículo que eso suene!».
«El Honorable José Guillermo Rodríguez es toda una eminencia en el ámbito ejecutivo y administrativo, y un excelente servidor público a quien hay que tratar de usté’ y tenga — irrespectivo de que hasta los líderes de su propio partido le estén echando fli«, aseveraron servilmente los editores de El Ñame. «No hay nada malo que decir sobre su gesta administrativa; su pericia a la hora de propulsar leyes que diáfanamente violan todo concepto de privacidad personal; o su conocimiento sobre los fundamentos de la libertad de expresión. ¡Y ay de quien se atreva a criticar su monísimo bigotito azabache!». Los editores ñameros añadieron: «Nosotros no queremos meternos con resoluciones municipales claramente ilegales e inconstitucionales como la 102: ¡esas son las más peligrosas! Saben que no tienen razón de existir, y son bravas como gatas en celo. ¡Por eso vamos a andar derechitos y no diremos nada en su contra!», juraron, rezando porque nadie en la alcaldía mayagüezana entienda el concepto del sarcasmo.
Sin embargo, muchos blogueros barbú’s y revoltosos han levantado preguntas sobre no solo la legitimidad la Resolución 102, sino también sobre los pormenores de su implementación (¡nosotros no, claro está, porque jamás pondríamos en duda el buen juicio del alcalde Rodríguez y sus cinco dedos de frente!). Uno de los blogueros que critican la ley, quien permaneció en el anonimato porque es un cobarde de siete suelas, arguyó: «No entiendo cómo alguien podría determinar la ubicación física del autor de un contenido cibernético ofensivo a los funcionarios municipales. ¿O es que el Alcalde podrá soltarle los perros a cualquier bloguero que hable pestes de él o de su administración, sin importar dónde habite? ¿Quién hubiera podido imaginar que la Sultana del Oeste tuviera tanto poder?», preguntó sarcásticamente, aunque la respuesta a su pregunta es «nadie, porque la imaginación de nadie podría superar la realidad boricua».
«Si alguien me dijera que al alcalde Rodríguez hay que tratarlo de usté’ y tenga, tendría que darle la razón», concluyó el anónimo bloguero malparido con una sonrisita jaquetona. «Si lo tuviera al frente yo a él, le diría: ‘Señor alcalde, ¡ojalá algún día a usté’ le dé por usar el cerebro y tenga la decencia de familiarizarse con la Constitución de los Estados Unidos y/o la de Puerto Rico!».