San Juan, Puerto Rico – Luego de que se diseminara la noticia de que el jueves pasado una consumidora halló una cucaracha entera en una lata de Jamonilla Tulip, su casa manufacturadora admitió que esto se trataba de un plan secerto para «mejorarle el sabor y la textura a este producto».
«Se supone que fuera una sorpresa, pero nos la arruinaron», lamentó Manuel Méndez, el encargado de mercadear la mercancía de la compañía que manufactura el alimento. «Por años la gente se nos ha quejado de la Jamonilla Tulip: que si no sabe a na’, que si ni el perro de casa se la come, que si es solamente ‘comida de huracán’… así que me dije, ‘¿ah sí?’. Acto seguido empecé a hablar con nuestros científicos de alimentos a ver cuál sería una forma económica y efectiva de añadirle sabor y textura al producto, y llegamos a la conclusión que si dejábamos los potes abiertos en el almacén, se le meterían cucarachas, las cuales podríamos luego atrapar en las latas para preservar su sabor… ¡y en realidad no fue fácil, porque muchas veces ni las mismas cucarachas se querían comer la dichosa jamonilla!».
Esta cucaracha fue de las que no quiso hacer algo tan asqueabundo como comer Jamonilla Tulip
El nuevo producto será próximamente enlatado en recipientes que destaquen las virtudes del nuevo «ingrediente secreto», con frases excitantes tales como: «¡Nuevo sabor!», «¡Ahora con más proteínas y minerales!» y «¡Más crujiente!». Sin embargo, la compañía distribuidora de la Jamonilla Tulip no sabe si ahora que la gente sabe cuál es su «ingrediente secreto», el plan de «reinventarse la jamonilla» será tan exitoso como lo hubiera sido de otro modo: «La realidad es que no debimos haber dejado una cucaracha entera ahí encima de la jamonilla: ésa fue mala nuestra, y me disculpo por eso.. ¡debimos haberla triturado y haberla mezclado más en la jamonilla, y así nadie se hubiera enterado! Pero pues, se vive y se aprende… ¡será para la próxima!», aseguró espeluznantemente.
¿Qué secretos encerrará esta lata de Jamonilla Tulip? Bueno, creo que ya sabemos
Por su parte, muchos antiguos consumidores del alimento confirmaron las sospechas de la casa manufacturadora: «Yo no voy a poder comerme un sangüichito de mezcla sin tener esa imagen mental de la cucaracha sobre la jamonilla: ¡qué asco!», juró con cara de disgusto María Jiménez, una ama de casa que antes solía comprar ese producto a menudo. «O sea, yo prefiero mil veces comer en sitios como McDonald’s y restaurantes chinos, donde tú sabes que hay cucarachas y ratones por to’s la’os en la cocina, ¡pero al menos no los ves! Ojos que no ven, estómago que no siente náuseas». Aparte de los consumidores, otro personaje atribulado por todo este asunto es la latita parlanchina de la Jamonilla Tulip (la que en los anuncios ochentosos se la pasaba exclamando: «¡Tulip! ¡Tulip!»), quien aseguró: «¡A mí me repugnan las cucarachas! ¡No quiero ni imaginarme cuántos de esos malditos insectos albergué en mis adentros! Bueno, ahora si me disculpan, tengo que irme a pegarme un tiro».