«Todos hemos sufrido este año», declaró Isabel Roche, de ocho años, «y los niños de Puerto Rico necesitamos algo que nos suba el ánimo (¡y la glucosa!) durante la santa festividad de Jalogüín. El pasado año, María nos robó a nosotros los jóvenes la oportunidad de visitar a desconocidos a domicilio y exigirles que nos den golosinas so pena de que les tiremos huevos a sus casas, así que este año más vale que seamos recompensados. Personalmente estaré visitando a mis vecinos en Montehiedra, así que espero que se pongan pa’ su número comprando dulces de marca y grandecitos (¡no esas mierda ‘fon sais‘ que de ‘fon‘ no tienen na’!). ¡Y desde ahora les advierto que como vea un solo Mary Jane en mi bolsa este año, le voy a dar un tajo a alguien!», amenazó la iracunda chiquilla.
«Esta gente tiene chavos», secundó Miguelito Sánchez, «así que no hay excusa para que nos den dulces chipichape de esos que vienen en bolsas de a 200. En vez de Now and Laters, que compren Starbursts; en vez de Krackel, que sean Crunch; y en vez de candy corn… ¡mejor que no nos den na’, porque a nadie le gusta esa mierda! Y tampoco quiero que se nos metan a payasos dándonos frutas, vegetales, o peor aún, dulces del país. Un pilón de ajonjolí me lo como si no me queda más remedio, pero primero muerto antes de meterle diente a un mampostial, un dulce de batata, o, ¡Jebú me libre!, gofio. Estos ricachones de Guaynabo, si van a ser penepés a la hora de votar, ¡que no se me pongan pipiolos a la hora de comprar dulces!».