«El año pasado ni a una sola fiesta navideña pude ir», se lamentó Nicolás Irizarry, quien estuvo varios meses sin electricidad y sin agua tras el paso del huracán María. «Las cervezas que había en casa me las tuve que tomar calientes, no pude comer lechón y arroz con gandules en casa de la abuela porque ella tampoco tenía luz, y de casa hasta vergüenza me daba salir a visitar amistades porque sin agua lo que yo tenía era una peste a chivo. Sin embargo, ya me prometí a mí mismo que este año los fenómenos climáticos no me van a volver a coger desprevenido y a aguarme las Navidades, así que, ¡a parrandear se ha dicho!», exclamó, mientras metía su cuatro y su güiro en el baúl del carro, preparándose para llevarle una trulla a algún amigo desprevenido.
«Nosotros ya estamos listos para atender cualquier asalto navideño, parranda e incluso cualquier presenta’o que se aparezca sin invitación pidiendo comida y bebida», aseguró doña Mercedes Sánchez mientras hacía un asopao como para alimentar a veinte. «Aquí en casa es donde normalmente se forma el tremendo fiestón familiar en Nochebuena, pero el año pasado con toda esa oscuridad y falta de agua, los únicos que se dieron la vuelta fueron los mosquitos y los Testigos de Jehová. ¡Pero este año vamos a armar un bembé preventivo ahora mismo, porque si las Mueblerías Berríos podía celebrar las Navidades en septiembre, que las celebre yo en octubre no es na’!».
Por otro lado, las doñitas que se dedican a hacer pasteles por encargo han confirmado que ya están trabajando de sol a sol, y han asegurado que no dan abasto con todas las órdenes que han recibido, añadiendo que «a este paso se nos van a embotar los guayos antes de que llegue diciembre».