«Esto me pasa por usar maletas de esas fancy con mangos largos, rueditas omnidireccionales y más zípers que volverlo a decir», se recriminó uno de los sospechosos. «Este set de lujosas maletas Tumi® International® Expandable® en las cuales metimos este fracatán de cocaína honestamente gritaban: ‘¡Revísenme! ¡Yo claramente no le pertenezco a este tipo con cara de muerto de hambre! ¡Aquí hay gato encerrado!’. ¡No en balde nos mangaron en pifia, mecachin dei! La próxima vez nos iremos con algo más sencillo y rústico: ¡enormes cajas de Huggies envueltas con tape y amarradas con soga!».
«Sí: Puerto Rican Samsonites es la que hay pa’ la próxima», asintió la otra arrestada. «Lo que teníamos que hacer era meter los bloques de cocaína entre pasteles congelados, potes de mantequilla llenos de sofrito y par de libras de morcillas: ¡nada menos sospechoso que eso en un vuelo de la Isla a los Nueva Yores! Lo único malo es que con tantas cosas sabrosas ahí metí’as, seguramente podríamos atraer a uno de esos perros policías… ¡digo, al menos si son perros boricuas!». Ambos traficantes manifestaron su sorpresa, sin embargo, de que los hayan arrestado «en un aeropuerto tan trililí como el de Aguadilla. ¿Quién iba a saber que había tanto guardia jaiba chequiando equipaje ahí?», se maravillaron extrañados. «¡Nosotros creíamos que los Federales ni siquiera sabían que ese aeropuerto existía!».