«Wow, esto aquí está que no cabe ni un alma», opinó Martín Salcedo mientras intentaba valientemente desplazarse en la atestada Plaza de la Barandilla. «Horita intenté cruzar la San Sebastián porque quería ver qué otras artesanías careras que no pienso comprar había al otro lado de la calle, pero me dio tanto trabajo que me rendí. ¿Cuántos millones de boricuas dizque se han ido pa’l méinland en los últimos años? ¿Y por qué no se pueden ir otros millones más, a ver si los que permanecemos aquí al menos somos capaces de encontrar una letrina pública sin una fila interminable en estas malditas fiestas antes de mearnos encima? ¡Quien quiera irse que me avise, que tengo suficientes millas como para sacar par de boletos gratis en JetBlue!».
Igualmente opinó otra muchacha que prefirió no identificarse: «¡Yo pensaba que esta isla se estaba vaciando, pero a juzgar por este gentío de gente que hay aquí, parece que todavía está llena de tepe a tepe! ¿O será que todos los boricuas emigrados se regresaron to’s solo para janguear en la SanSe?», se preguntó mientras se abría paso entre el mar humano que abarrotaba la Plaza del Quinto Centenario. «Si es así, yo espero que se regresen a sus casas pronto, para que los que nos quedamos y nos tenemos que chupar el diario vivir en Puerto Rico podamos disfrutarnos las fiestas en paz, sosiego y orden. Y ahora, si me disculpan, voy a intentar treparme en la tarima donde está cantando La India para hacer un dúo con ella hasta que me agentes de seguridad me bajen a la fuerza».