El segundo de noviembre, conocido por los católicos como «El Día de los Santos Difuntos» y por el resto del mundo como «El Día de los Muertos», es cuando los creyentes visitan a sus seres queridos en el cementerio y les llevan flores y limpian sus tumbas para evitar que los vecinos hablen pestes de ellos. Sin embargo, según las luminarias panculturales que escriben las películas de Hollywood, hoy es el día en que miles de hispanoparlantes marrones a través de todas las Américas salen a las calles con las caras pintadas de blanco para participar en concurridas procesiones repletas de calaveras sonrientes, esqueletos mariachis y estereotipos mexicanos varios.
«¡Esta celebración está bien chida!», exclamó con algarabía un hispanohablante marrón que probablemente se llama José Rodríguez, ¿por qué no? «El Día de los Muertos es mi festividad favorita porque uno se la pasa a todo dar así entre todas las personas del pueblo –porque, claro está, vivo en una aldea muy pobre y muy católica donde el mundo se reúne a celebrar la procesión nocturna, para el deleite de los turistas gringos que indudablemente están de visita, seguramente viviendo algún romance cursi o teniendo una aventura escapándose de una pandilla de narcotraficantes. ¡Ajúa!», gritó, mientras vaciaba su revólver en el aire y le daba un poco de más color cultural a la escena.
Igualmente opinó una india chaparrita con largas trenzas negras que vestía un sarape mientras molía maíz al frente de su humilde morada: «Esta noche participaré en la procesión –cuya ruta pasará al frente de la plaza central, del cementerio y del hotel donde se estén quedando los visitantes americanos– luciendo un traje negro pero con muchos colores brillantes y con maquillaje blanco en la cara para parecer una calavera. Mis compueblanos, mis diez hermanas y yo caminaremos lentamente y entonando canciones presumiblemente religiosas aunque de letra ininteligible –supongo que en español– a la vez que los personajes principales de la película deambularán entre nosotros, impulsando el desarrollo de la trama central rodeados de la cultura del país tercermundista que sea donde nos encontremos. ¡Está padrísimo eso de ser escenografía genérica para extranjeros que nos pintan a todos con la misma brocha!», aseguró sonriente la mujer, pongámosle Lupita Juárez, qué carajo.
«Este país centro o suramericano donde nos encontramos», intimó Logan DeWitt, personaje central del filme de Hollywood que sin duda está teniendo lugar durante las pintorescas fiestas, «es el escenario ideal para desenvolver el próximo acto de nuestra historia, así, circundados por el colorido, la pompa y el saborcito ‘south of the border‘ que provee sin falta una muchedumbre morena en una actividad del Día de los Muertos. Y ahora si me disculpan seguiré desarrollando la trama viajando a Brasil, donde obviamente estarán celebrando el Carnaval no importa qué ciudad sea o en qué fecha estemos. ¡Que vivan las visiones monocromáticas americanas del resto del planeta!», celebró el gallardo protagonista, quien sin duda tuvo algún efímero amorío con una bella aldeana que murió en sus brazos a manos del despiadado villano.