Alberto Tavernise, un herrero argentino que para nada se dio una borrachera de tamañas proporciones y se fue en un viaje épico, contó cómo logró defenderse de seis criaturas extraterrestres y que incluso mató a una de ellas (aunque convenientemente no pudo conservar el cadáver porque dizque se lo llevó su nave espacial). «Aunque no tengo evidencia de nada de lo que estoy diciendo», rogó el hombre, «por favor, plásmenme en cuanto periódico en español haya en el mundo y republiquen mi anécdota como si fuera noticia. No me importa si me ponen en la sección de ‘Noticias raras’, de ‘Lo insólito’ o de ‘¡Mira con qué pendejadas viene la gente cuando se da dos o tres palos!’: lo relevante es que rieguen mi relato por todas las esquinas del planeta para que estos bichos alienígenas sepan quién fue el humano que les comió los dulces y no dejó que lo hurgaran con sondas anales. ¡Váyanse a raptar a la madre que los parió, o al menos a algún político, que nadie lo echará de menos!».
Por su parte, la Sociedad Protectora de Animales, paladín de todos los animales con más vellos que neuronas, no ha emitido aún un comunicado de prensa denunciando la muerte de la criatura de otro mundo, porque todavía no han determinado si esta posee capacidad de raciocinio o si es una bestiecilla vulgar y corriente. «Lo nuestro es solo los animales, ¿vi’te?», aclaró Fermín Castromán, director del capítulo local de la asociación. «Si este ente extraterrestre fuera capaz de pensar y razonar –como por ejemplo un niño africano muriéndose de hambre o una víctima de un cruento genocidio–, entonces nos valdría madre y no habría nada que decir. Pero si por otro lado fuera una pobre criatura sin conciencia, ¡hasta ahí sí que llegamos, porque eso sería un crimen innombrable y mezquino que deberá ser censurado y castigado hasta las últimas consecuencias!». Castromán concluyó que esperará a que alguno de estos seres vuelva a aparecer para hacerle preguntas tales como: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Conoces a E.T.?», y si el alienígena es capaz de entenderlas y contestar, «¡entonces simplemente le pegamos un buen tiro y San Seacabó!».