El virus de chikungunya se transmite a través de la picada del mosquito Aedes aegypti, a quien aparentemente no le bastó con ser el vector del dengue hemorrágico y se buscó otra chiripita epidemiológica. En makonde, lenguaje africano hablado en Tanzania y Mozambique, «chikungunya» quiere decir «retorcerse» o «doblarse», haciendo alusión a cómo quienes lo padecen se retuercen del dolor en las coyunturas o, o quizás a cómo se hacen un ocho intentando escribir correctamente en formularios médicos el nombre del virus.
Jetzabetsinés Sagarteguieta, quien comenzó a sentir los síntomas del virus hace poco más de una semana, preguntó: «¿No sería posible intercambiar el chiquinyunka este por otra enfermedad con un nombrecito más cortito y fácil de pronunciar? A la hora de llenar formularios en la oficina del doctor ya bastante tengo yo con este nombrecito que me gasto. Ay, Bijnen… ¿por qué no podía llamarme yo ‘María Pérez’? ¿Y por qué en vez de chukwunenye no podía mejor padecer de polio, que al menos es una enfermedad bisilábica y en un idioma cristiano?», preguntó Jeztab–comosellame, cuyo nombre completo, si fuera una palabra legal en Scrabble, valdría 43 puntos.
Igualmente opinó Miguel Navarro, otro paciente del mal: «Si ya estoy harto de este dolor en las articulaciones, del salpullido que me salió por to’s la’os, y de sentir que me dieron como a pandereta de pentecostal, más cansado aún estoy de intentar –¡y fallar!– de escribir el nombre del virus de chequimorenachequi este. Preferiría mil veces que me hubiera dado malaria o ébola, que aunque no sé cuán malo es ni si tiene cura, al menos está sonando mucho en las noticias, ¡así que debe estar a la moda!».