El representante Manuel Natal ideó el desafío #AlMínimo para enfatizar cómo es imposible para el puertorriqueño promedio vivir hoy día solamente con el salario mínimo federal de $7.25 la hora –algo que, aunque bien intencionado, quizás no requería un experimento social de cuatro semanas, sino un mero ejercicio matemático de cuatro minutos. Natal ha estado registrando en su blog las vicisitudes de vivir con solamente $133 a la semana, redactando entradas que se resumen en «Ay, Bijnen, pero, ¡qué caro está todo!» y «Tendré que hacer trampa y usar de mis ahorros porque no voy a dejar que este showcito mediático afecte mi vida real». Ciertamente la iniciativa ha dado mucho de qué hablar, generando tanto loas como críticas (ya sea de personas que no entendieron el concepto y se sintieron ofendidas, o personas que lo entendieron perfectamente bien pero no quisieron perder la oportunidad de trolear un poquito). La idea atrajo incluso a varios multimillonarios radicados en la Isla que quisieron aportar su granito de arena y someterse a sí mismos «al suplicio de vivir como si fuéramos unos pobretones millonarios del montón».
«Nos parece muy bien la gesta del representante Natal», explicó Frederick Nordstrup, CEO de la exitosa compañía de corretaje Nordstrup Financial Services. «Llevo viviendo ya varios años en este hermoso tax shelt— perdón, paraíso terrenal, que ustedes los puertorriqueños tienen aquí, y ya me siento como un boricua del bonche. Sí, mi cuenta bancaria tiene más ceros que la transcripción de crédito de Maripily, pero quiero unirme a este desafío de vivir de manera más humilde y limitarme a solo gastar un irrisorio millón de dólares hasta fin de mes. ¡Nada de usar mi yate de 150 pies en excursiones de fin de semana a las islitas! ¡Nada de viajes espontáneos en mi jet privado a mi chalet veraniego en los Alpes suizos! ¡Nada de caviar ruso importado fresco cada maña– bueno, ni tanto ni tan poco: algo tengo que comer! El punto es que si este valiente político está dispuesto a lamer el plato después de comer con tal de incitar una conversación sobre la pobreza en Puerto Rico, ¡yo haré lo posible para también añadir a la discusión la obscena disparidad de bienes que hay entre los pudientes y los pela’os!».
Igualmente se unirá al reto el acaudalado empresario Nigel Rathbone, cuya fortuna es de tantos millones «que Maripily sería incapaz de contarlos –porque son más de diez y se le acabarían los dedos». «Yo también me sacrificaré simbólicamente por el bienestar de esta islita que me aceptó a mí (¡y refugió mi capital!) sumiéndome voluntariamente en la prángana de subsistir como un chabacano millonario muerto de hambre. Con un solo millón de dólares a mi disposición no podré simultáneamente vivir como un rey y sobornar a –que diga, apoyar la candidatura de– los políticos que legislen a favor de mis intereses. O sea, tendré que decidir entre dos o más cosas que quiero hacer con mi dinero, y tendré que escoger una sola en vez de simplemente hacer todo lo que me dé la gana. Dios mío, ¿así es como se siente ser pobre? Uff… ¡que se acabe este mesecito pronto, entonces, que tengo un viaje a Europa en el tintero y estos legisladores no se sobornan solos!».