Javier Trujillo Plumey, hijo del alcalde humacaeño, Marcelo Trujillo, había ingresado la Cárcel 507 de Bayamón por violación de probatoria dos semanas antes de que agentes de la DEA aparecieran por la casa de su padre a intentar arrestarlo de nuevo, esta vez por cargos de narcotráfico. Lejos de demostrar una embarazosa falta de comunicación entre las agencias de la ley y el orden, según Rosa Emilia Rodríguez, jefa de la fiscalía federal, este arresto fallido solo muestra «cuán minuciosos y meticulosos somos los federicos cuando se trata de hacer cumplir la ley: no nos conformamos con arrestar a una persona una vez, sino que intentaremos hacerlo tantas veces como podamos». Rodríguez negó que la DEA no hubiera hecho un simple «gugleo interagencial» para verificar si el acusado se encontraba ya recluido en alguna penitenciaría estatal, sino que le echó el gato muerto encima al Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR): «OB-viamente el muchachito no aparecía registrado en ningún la’o, porque si hubiéramos sabido que estaba recluido en una cárcel de Bayamón, ¡hubiéramos ido allá para arrestarlo de nuevo!». También negó que esto se tratase de un caso en que la mano derecha no supiese lo que hacía la izquierda, sino más bien uno en que «la mano derecha es la que manda, y la izquierda tiene que callarse la boca y no ser tan llorona».
Por su parte, el gobernador Alejandro García Padilla replicó que «a otro perro con ese hueso» y exhortó a la fiscal federal a «no ser tan fequera»: «pedirle perdón al pobre de Marcelito, que anda por ahí destruido porque a su nene trataron de llevárselo arresta’o dos veces en menos de un mes. No hay nada malo con ofrecer disculpas: ¡si yo hubiera alguna vez cometido un error en mi gesta administrativa, ciertamente sería el primero en admitirlo!». En respuesta, Rodríguez teorizó: «Agapito tiene que estar loco o le tiene que picar el cráneo si cree que una agencia federal va a estar disculpándose con un alcalde de un pueblucho de una colonia de los Estados Unidos. Jelou, si en el pasado el gobierno federal probó el agente Naranja en los montes de Puerto Rico y hasta llegó a experimentar sobre puertorriqueños inyectándoles con células cancerosas –todo esto con un guille cabrón–, ¿por qué rayos se disculparía por intentar rearrestar a un trapo de bichote?».
Rosa Emilia Rodríguez concluyó asegurando que ahora que a las agencias federales se les acabaron los sospechosos en la libre comunidad a quienes apresar, simplemente se darán la vuelta por las distintas penitenciarías estatales «para ver a quién le podemos montar un casito federal y mejorar así nuestras estadísticas: it will literally be like shooting fish in a barrel!«, exclamó, en lo que esperamos haya sido un mal uso del adverbio «literally«.