La historia de Cliven Bundy cobró notoriedad nacional cuando el gobierno federal intentó entrar a los terrenos que el ranchero había invadido para incautarse de su ganado y una docena de sus amigos se aparecieron con armas para enfrentarse a los agentes. Este desafío del ganadero al gobierno federal cautivó la atención de la cadena de noticias Fox News; según sus propios editores noticiosos, «jamás perderemos la oportunidad de darle promoción a la causa de cualquiera que desee hacerle la vida cuadritos al morenito igualado ese que se nos coló subrepticiamente en la Casa Blanca cuando no estábamos mirando, seguramente entrando por la cocina y preñando a dos o tres muchachas blancas en el proceso». El canal noticioso ha pintado al ranchero como un «patriota» por «retar la autoridad del gobierno federal y darle un foquetazo a la ‘ley’ y a la ‘Constitución'», notando que, claro está, lo pintarán como un «terrorista doméstico malapaga» el segundo que un candidato republicano gane las elecciones en el 2016.
Sin embargo, Bundy, interesado en mantener vigentes todos los estereotipos que vienen a la mente cuando se piensa en un viejo sureño blanco, hizo comentarios de índole racista que parecen sacados de un video educativo de la KKK y que rápidamente ahuyentaron el apoyo de los medios conservadores y políticos republicanos. Los negros, según esta joyita, son unos vagos que viven primordialmente de subsidios gubernamentales y cuyos hijos terminan en la cárcel porque nunca aprendieron a recoger algodón, así que quizás estaban mejor viviendo como esclavos. Acto seguido, empero, elogió a los mexicanos como trabajadores y gente de familia, razón que expuso el ganadero para ahora apoderarse de la Isla. «Puerto Rico está lleno de mexicanos, por lo que veo, así que después que no haya mucho negrito por estos lares, creo que estaré muy a gusto aquí», aseguró Bundy, quien evidentemente no ha conocido a nuestras abuelas ni se ha dado un paseíto por Loíza.
«No puedo creer que exista todo este territorio federal aquí y que se esté dejando perder», opinó Bundy al contemplar su nueva adquisición caribeña. «Tierra fértil, pasto que ni botándolo se acaba, y mexicanos a diestra y siniestra para sembrar y cosechar el terreno. Por lo que veo el alegado ‘gobierno federal’ (cuya existencia aún disputo) no tiene mucho interés que digamos en sacarle provecho a toda esta extensión territorial, así que si ellos no la quieren, me la quedo yo, que sí sabré cómo sacarle el jugo». En efecto, personas en distintas partes de la Isla ya han encontrado ganado en el rodaje (incluso en lugares donde no hay rótulos que adviertan sobre esa posibilidad), entre estos alarmados vecinos de adineradas urbanizaciones guaynabenses, quienes reportaron haber divisado con horror «manadas de hediondas bestias tetrápodas que emiten ensordecedores mugidos; devoran vorazmente nuestras miramelindas y heliconias; y defecan por doquier, mancillándole las llantas a nuestros Maseratis».
Claro está, Washington, D.C. ha puesto el grito en el cielo al enterarse de esta movida autocrática del ganadero nevadense, comportándose como un nene chiquito que no le presta atención a sus juguetes hasta que otro niño empieza a jugar con ellos. «¡No! ¡Puerto Rico es nuestro!», gritó el representante del Negociado del Manejo de Terrenos Federales. «No importa que hayamos estado dejando echar a perder a la Isla a plazos cómodos: ¡Puerto Rico será un despingue total, pero es nuestro despingue total!».