Entre los malabares presupuestarios que anunció el gobernador «a ver si salimos ya de este julepito de desvestir a un santo para vestir otro» figura deshacerse de varias dependencias gubernamentales, asignando sus funciones a otras agencias. Por ejemplo, se eliminará la Procuraduría de la Mujer, pero se creará el Programa de Protección y Defensa de los Derechos de la Mujer bajo el amparo del Departamento de Familia. «Espero que no vengan ahora a quejárseme las mujeres por haber perdido apoyo gubernamental para sus asuntos», advirtió García Padilla, «¡porque miren nada más lo largo que es el nombre de la nueva oficina pro asuntos de la mujer! ¡Lo que perdieron en fondos públicos, lo ganaron en verborrea!».
Según muchos economistas, sin embargo, todos esos ajustes administrativos palidecen en comparación con algo mucho más sencillo: simplemente desarticular las funciones de El Capitolio y La Fortaleza y cesantear al gobernador y a todos los legisladores. «¿Quieren ver cuánto dinero podemos ahorrarnos de verdad?», preguntó Jacinto Guzmán, doctor en economía. «¡Pongamos de patitas en la calle a los inquilinos del Palacio de Santa Catalina y arrendemos el local como salón de actividades! ¡Botemos como bolsa a todos esos ñames con corbata en la Casa de las Leyes y vendámosle todo ese mármol al mejor postor! Nada más tomando en cuenta el dinero que no perderemos debido a sus legislaciones totonas, ¡ya estaremos picando alante!». Guzmán aseguró que incluso en sus proyecciones más conservadoras –en las cuales La Fortaleza se convertiría en un hediondo y churretoso nido de palomas y El Capitolio en un hospitalillo de tecatos– el país estaría mejor económicamente.
El gobernador García Padilla, sin embargo, refutó estas recomendaciones hechas por expertos economistas: «Me parece ridícula esta sugerencia: este pueblo me necesita. Si no hubiera un gobernador como yo al mando, ¿quién respondería por los informes federales que ponen a nuestro cuerpo policiaco por el piso? ¿Quién daría la cara cuando la próxima casa acreditadora valúe nuestros bonos como chatarra? ¿Quién aguantaría que esta Corte Suprema masquejode declare inconstitucional hasta mis suspiros? Ay, ahora que lo pienso mejor, ¡sí, bótenme pa’l carajo ya!», exclamó el gobernador en un instante de claridad.