La enorme estatua (como marco de referencia, alegadamente será más alta que la Estatua de la Libertad) es obra del artista ruso Zurab Tsereteli, y fue esculpida en el 1991 (como marco de referencia, en ese entonces en la Isla se estaba transmitiendo «Carmelo y punto» y «Con lo que cuenta este país»). Originalmente iba a ser erigida en los Estados Unidos, pero las ciudades de Nueva York, Baltimore, y Miami, entre otras, le negaron los permisos de construcción por hallarla «armatóstica y más fea que la palabra ‘sobaco'». En el 1998 el entonces alcalde de Cataño Edwin «El Amola’o» Rivera –a quien nadie acusaría de tener un derroche de buen juicio– aflojó $2.4 millones del erario para adquirir el aparatoso adefesio, pero sus planes de construir la estatua en su municipio se disolvieron tal como su carrera política. El atribulado monumento luego fue trasladado a Mayagüez, donde en vez de ser montado a tiempo para los Juegos Centroamericanos del Caribe fue a parar en un almacén donde ha estado desmejorándose rápidamente en cuestión de pocos años, cual cabellera de gobernador.
Todo este drama de telenovela venezolana culminó en Arecibo, donde el monumento recientemente comenzó a ser construido en un proyecto que durará hasta el 2015 (o hasta que se acaben los chavos o el interés). En el almacén donde hoy día se hallan sus piezas se ha descubierto que muchas de estas han sido hurtadas, presumiblemente por los mismos energúmenos que roban el cobre del alambrado eléctrico aunque dejen a medio mundo en la oscuridad. «Cuando me enteré que en ese almacén había tanto metal ahí, listo para ser robado», confesó uno de los antes mencionados vividores, «fui pa’llá con una carretilla más rápido que ligero. Yo pensé que la estatua iba a ser del tamaño de esas de los presidentes americanos que pusieron al frente del Capitolio para recordarnos de por quiénes no podemos votar… pero en ese almacén había más de dos mil piezas de metal to’as tirá’s, como diciendo ‘Si nadie me va a montar, ¡pa’ eso que alguien me lleve!’. ¡Después de este atraco no tendré que robarme más tuberías de la AAA por al menos par de meses!», estimó el caco / entrepreneur urbano.
Zurab Tsereteli, el escultor de la asediada estatua, examinó los remanentes de su obra de arte y concluyó que incluso con todas las piezas que le fueron hurtadas, su construcción podrá continuar ininterrumpidamente. «A decir verdad, creo que hasta la mejoraron un poco», admitió el artista sobre su creación, la cual ha sido descrita por los críticos como «fea con ‘f’ de ‘culo'». «Si algún día agarro a uno de esos pillos robametales con las manos en la masa, ¡quizás le ofrezca un puesto como mi asistente!».