Al anunciar la serie de conciertos en la mansión ejecutiva, el gobernador y la primera dama explicaron que siempre habían querido abrir La Fortaleza al público y ponerla a la disposición del pueblo (sin explicar, empero, exactamente qué o quién se lo había prohibido antes). Sin embargo, la secuela algo previsible de los «Domingos de Navidad», cuando Reymundo y to’ el mundo podía entrar como Pedro por su casa a los predios de La Fortaleza, fue que al día siguiente fue necesario tomar inventario de los contenidos de la mansión ejecutiva para ver si algún mandulete se había colado adentro para robarse algo, o si alguna doñita jaiba se había llevado alguna de las plantas del jardín. «¡Si queda una sola pascua en este patio a final de mes, cantaré victoria!», declaró la primera dama Wilma Pastrana con enfado.
Los «Lunes de ‘A ver qué se robaron'», cuando los empleados de La Fortaleza la revisan de arriba a abajo a ver qué falta luego de que medio mundo haya rondado por sus inmediaciones sin mucha vigilancia, estarán seguidos por los «Martes de ‘Llamar a la casa aseguradora'» para reportar los bienes que brillan por su ausencia. Hasta la fecha han desaparecido varios artículos dentro de la mansión ejecutiva, desde valiosas antigüedades hasta rollos de papel higiénico que alguien se robó seguramente solo por trolear al gobernador. Se estima que de aquí a que los «Domingos de Navidad» finalicen el 5 de enero, lo único que quedará en La Fortaleza será dos losetas, una puerta a medio ganchete y una taza de café que dice «Guorlds Best Góbernor».
«Es posible que dejar que cualquier Juan de los Parlotes se pasee por los alrededores de la mansión ejecutiva sin las medidas de seguridad apropiadas haya sido un error», consideró García Padilla en un inusitado momento de introspección, «pero na’: denme par de días, pa’ que vean cómo sacamos otra grafiquita anunciando otro logro más de mi administración — ¡reducir el costo de mantenimiento de La Fortaleza!».