Recientemente salió a relucir que el intérprete de señas durante la ceremonia fúnebre televisada de Nelson Mandela no era más que un impostor que gesticulaba incoherentemente imitando el lenguaje de señas. De manera semejante, nuevas revelaciones apuntan a que Alejandro García Padilla es un «con man» que se coló en La Fortaleza un buen día cuando nadie estaba mirando y ha intentado simular las acciones de un gobernador para que nadie averigüe su treta.
«No sé cómo tardamos tanto tiempo en desenmascarar este engaño», se maravilló una fuente anónima dentro de la mansión ejecutiva. «O sea, este don salió en anuncios durante la época de elecciones a pesar de que nadie había oído hablar de él antes, y por alguna razón todo el mundo creyó que por eso era uno de los candidatos. Según él, había estado dizque a cargo de DACO — ¡como si alguien supiera quién rayos está a cargo de DACO para poder desmentir ese tipo de aseveración! Ahora lleva casi un año en La Fortaleza convocando reuniones de trabajo y conferencias de prensa como si de verdad estuviera gobernando la Isla. O sea, si hubiera habido de verdad alguien al mando de este país durante los últimos doce meses: ¿estarían las cosas tan jodí’as todavía?», preguntó con lógica irrefutable.
Expertos politólogos que estudiaron los alegatos confirmaron que la persona que lleva un año en La Fortaleza «es un impostor quien se la ha pasado meses haciendo ademanes de gobernar y fingiendo comportarse como un hombre de estado –ambas cosas con muy poco éxito». Los peritos citaron como evidencia que «ser el primer ejecutivo de Puerto Rico involucra más que simplemente anunciar logros ficticios; mandar a hacer imágenes promocionales; e ir a Washington, D.C. a mascullar el inglés». Sin embargo, el timador logró pasar desapercibido porque logró atinar en algunas facetas claves, como por ejemplo: postular personas poco cualificadas para puestos importantes; hacer costosos viajes de estado a países con los cuales no podemos negociar de todos modos; y hacer declaraciones a la prensa sin en efecto revelar información alguna que pueda luego ser retada o desmentida. Fue precisamente en este ámbito de opacidad lingüística que el farsante resultó ser particularmente eficaz: a pesar de que los politólogos revisaron decenas de los discursos ofrecidos por él, no hallaron más de tres declaraciones factuales (y dos de ellas fueron simplemente el día y la hora).
Por su parte, Alejandro García Padilla (¡si ese es su verdadero nombre!) convocó a la prensa frente a la mansión ejecutiva y aseveró: «Las expresiones al respecto de este particular las haré en el momento apropiado, y estarán investidas de total y absoluta claridad y transparencia, respetando así el deber constitucional de este cargo que ejerzo, y observando como de costumbre todo el rigor de la ley que es aplicable». Luego añadió: «¡Miren allá atrás! ¡La Taína yoguiando ‘esnú’a!», y aprovechó la distracción para montarse en un Chevrolet de bolitero con cristales ahumados y huir apresuradamente como alma que lleva el Diablo.