«Si has ido a alguna fiesta donde había alguien tomando fotos», explicó el doctor Ion Paulik, del Instituto Checo de Investigaciones Baladís, «estás frito, porque seguramente no hay menos de veinte fotos comprometedoras tuyas públicamente accesibles en Facebook». Según el investigador, «la época altamente tecnológica en la que vivimos facilita que cualquier situación embarazosa en que nos encontremos sea capturada por alguna amistad, o peor aún, por alguna vengativa exnovia celosa y malparida que no tarde ni medio segundo en subir esa foto mía vomitando el verde de las tripas en una cuneta, relegándome a solo poder conseguir trabajo en una institución tan charra que hasta tiene la palabra ‘baladí’ en el título», se lamentó el Dr. Paulik visiblemente agitado.
Shawn Fillmore, presidente de la organización de los «Young Republicans» de Boston, recientemente se vio afectado por unas fotos comprometedoras que alguien subió a Facebook. «¡En mala hora decidí darme unos traguitos de más y besarme con el novio que tengo a escondidas!», se lamentó el joven conservador. «¿Cómo se supone que yo pueda en algún futuro aspirar a un escaño en el GOP cuando algún hijuela me taguió en una foto grajeándome con otro macho? Esto me dificultará el expresar la homofobia vitriólica que se le exige a todo candidato republicano: ¡no va a ser fácil ser un hipócrita de clóset si alguien me puede sacar en cara esas imágenes que comprueban que me encanta lo que condeno!».
Hoy día este fenómeno se da no solamente gracias a imágenes compartidas en Facebook por terceros malintencionados y bochincheros, sino también por los candidatos mismos. Por ejemplo, el aspirante a la alcaldía nuyorquina Anthony Weiner (también conocido como «Carlos Danger») compartió su package totale a través de Twitter con varias féminas que no eran su esposa. Algo semejante le ocurrió al exsenador Roberto Arango, cuya misericordiosamente pixelada retroimagen terminó no solo con los apetitos de quienes la vieron, sino también con su carrera política. «Aparentemente muchos políticos no saben usar bien estas tecnologías», opinó Paulik. «Twitter hace demasiado fácil accidentalmente enviar una foto íntima en un tuit público, en vez de en un mensaje privado; o accidentalmente decir una barrabasada ofensiva y reprochable en un tuit público… ¡en vez de simplemente callarse la boca y no pregonar lo brutos que son!».
El investigador concluyó: «Lo que hay que recordar es que el Internet nunca olvida: la foto de tu disfraz de neo-Nazi para Halloween; el dick-pic que le enviaste a tu novia antes de que te dejara; y el tuit racista que enviaste comparando a un político del partido contrario con un mono te perseguirán por el resto de tu vida. ¡Claro que en Puerto Rico la gente tiene memoria de mime, así que quizás ahí no te afecte tanto!».