A pesar de que Alejandro García Padilla respaldó a Claribel Martínez Marmolejos para el escaño vacío en la Cámara de Representantes, esta no salió favorecida, y el mismo gobernador recriminó a algunos de su colectividad por hacer comentarios racistas. «Debería caérsele la cara de vergüenza a todos esos manganzones de nuestro partido a quienes escuché burlándose del acento dominicano de Claribel«, refunfuñó molesto el primer mandatario. «¿En serio? ¿Han ustedes escuchado el acento puertorriqueño? ¿Qué es lo próximo, burlarse descaradamente de mi acento cuando hablo en inglés?», preguntó incrédulo García Padilla, quien evidentemente estuvo escondido bajo una piedra luego de haber testificado ante el congreso estadounidense.
También hubo reportes de miembros del PPD exhortando a los delegados a «no votar por la dominicana», un ejemplo de xenofobia tan claro que llenó de beneplácito a los congresistas estadounidenses conservadores, quienes observaron que su nación es un gran «melting pot» de diferentes razas y orígenes étnicos en el cual parece que nada se derrite completamente porque siempre hay grupitos que están cada cual por su lado y se odian entre sí. Uno de los requisitos para la estadidad, según la colectividad republicana, es tener un grupo inmigrante del cual depender económicamente y simultáneamente despreciar contra toda lógica, una filosofía que resumen con el lema «Every state needs its very own Mexicans!«.
James Inhofe, senador por el estado de Oklahoma y nuestro «go-to guy» cuando queremos tirar al medio a algún republicano montuno, racista y prepotente, declaró: «No saben cuánto me alegré cuando me enteré que hasta los marroncitos hispanoparlantes a quienes nosotros miramos por encima del hombro tienen su propio grupo de marroncitos hispanoparlantes a quienes mirar por encima del hombro. Según tengo entendido –¡y créanme, trato de entender sobre este asunto lo menos posible!–, la diferencia cultural entre los dominicanos y los puertorriqueños es muy poca: hablan el mismo idioma (con diferentes matices de acentos caribeños descuidados); tienen mil y una formas de preparar el plátano, cada una más deliciosa que la anterior; y son capaces de ponerse a bailar merengue a la menor provocación. ¡Si hasta ellos logran hallar diferencias entre sí y los unos se creen superiores a los otros, ciertamente pertenecen a nuestra gran unión americana!».