La inauguración del nuevo restaurante The Cheesecake Factory en Plaza Las Américas se caracterizó por una fila desorganizada; griterías y peleas entre los comensales; y empleados llevados al llanto, o como lo describiría su gerente, «¡Un éxito rotundo!». Sin embargo, incluso más que la poca organización de la fila y de la gente colándose a último momento lo que más le molestó a los clientes fue que los obligaran a pagar por los cheesecakes consumidos, en vez de regalárselos como Krispy Kreme regala sus donas.
«¿Ustedes creen que yo vine aquí a comprar comida o a pagar por lo que consumo?», preguntó incrédulo Fermín Bustamante, uno de los primeros cien comensales del nuevo establecimiento. «Pues no: yo vine aquí a novelear, a fichurear, y a josear chisquéi –¿o acaso eso es mucho pedir?». Anteriormente él había sido una de las personas que esperó largas horas durante las grandes aperturas de dos de los Krispy Kreme de la Isla con tal de poder gansearse una cajita de esas insalubres confecciones repletas de azúcar, manteca y aire. «Menos mal que solo esperé par de minutos en fila antes de colarme magistralmente», admitió Bustamante sin vergüenza alguna, «¡de otro modo sí que estaría enfogona’o!».
El gerente de The Cheesecake Factory le recordó al público que puede visitar el establecimiento cuando guste, pero lo exhortó a no tardar demasiado, «porque invariablemente quebraremos próximamente, cuando a la gente se le haya pasado la fiebre de pagar a sobreprecio por repostería altamente calórica y la moda sea ir al nuevo restaurante en cadena americano que haya abierto en la Isla».