Según Ferrer, él renunció porque tenía obligaciones financieras que su nuevo mísero salario no podía satisfacer — a pesar de que, incluso luego de las bajas en compensación aprobadas en la Reforma Legislativa, este ganaba casi tres veces lo que gana el boricua promedio. Fuentes cercanas al representante no supieron precisar cuáles exactamente eran estas «obligaciones financieras» tan masivas, pero aseguraron que «seguramente son de estas manías que tiene la gente con chavos que para ellos son absolutamente imprescindibles, pero que la mayoría de nosotros pensaría que son changuerías de riquitillo mimado».
«Yo también estoy harto de romperme el lomo trabajando y aun así no tener suficientes chavos como para hacer todo lo que quiero en la vida», admitió Francisco López, quien es maestro de escuela elemental y también chiripea como cajero en Econo los fines de semana para poder mantener a su familia. «No sabía que esto de mandarlo todo a la mierda y renunciar a mi trabajo porque no gano todo el dinero que me gustaría tener era una de mis opciones: ¡qué liberado me siento!». López confesó que no está seguro de cómo entonces subsistirán él y los suyos, añadiendo: «estaré pendiente de los próximos pasos de Ferrer y simplemente haré lo que haga él: ¡este tipo es mi ídolo!».
En efecto, el desafiante gesto de Ferrer motivó a todos los puertorriqueños a igualmente renunciar a sus trabajos, declarando que sus sueldos eran una porquería; que sus patronos eran unos negreros; y que el café de la oficina era agua de piringa. Muchas personas se preguntaron, sin embargo, cómo es posible que este foquetazo laboral colectivo haya causado un 100% de desempleo, dado que debe haber al menos algunas personas devengando jugosos salarios en la Isla; la respuesta es que los individuos que ganan tanto dinero no lo hacen por trabajar y cobrar un sueldo, sino por amiguismos políticos.