«Desde siempre IKEA se ha distinguido por sus gigantescas tiendas, excelente servicio al cliente y poder llevarte las cosas rápido en tu propio vehículo, ¡y ni hablar de su barato restaurante para que la gente pueda pasar el día haciendo sus compras!», aseguró Rafael Saldaña, portavoz de prensa de la mueblería. «OB-viamente, si queremos dar un taller a nuestros empleados y socios de cómo hacer las cosas mal, pues tenemos que abrir un local que no haga nada de eso. ¿De verdad ustedes se creían que ibamos a abrir un IKEA pequeño que es básicamente un showroom de poca variedad y donde te hacemos esperar 24 horas y cuida’o para que llegue tu orden? O sea, no cabe en ninguna cabeza abrir un IKEA donde das exactamente lo opuesto de lo que se espera de un IKEA. ¡Claro que no, chico! A menos que sea un taller de cómo no hacer las cosas, avalado por los ejecutivos de la compañía, como es este caso. IKEA sigue proveyendo productos y servicios de primera clase, solo que no aquí», explicó.
Aun con la pésima experiencia, la mueblería espera hacer ganancias en Puerto Rico, gracias a que al puertorriqueño le gusta cualquier cosa que venga del exterior. Cuando hay gente que están en el récord diciendo barrabasadas tales como: «El solo hecho que IKEA esté aquí es lo importante. No me importa lo de la mercancía, que llegue cuando llegue; pero ya está aquí», es difícil cuestionar está estrategia win-win.