La Casa de Beneficencia Charbonier, un organismo sin fines de lucro mantenido con fondos públicos, abrió sus puertas el día de ayer, y en cuestión de horas ya varios famélicos legisladores habían cruzado el umbral para solicitar asistencia. La misión del albergue es brindar ayuda económica, moral y psicológica a las decenas de senadores y representantes boricuas que viven en precarias circunstancias de vida a pesar de laborar diligentemente día tras día en su desempeño legislativo. Bajo el amparo de la fundación caritativa los asambleístas podrán recibir los siguientes beneficios libre de costo: brillado de zapatos y tintorería; transportación a restaurantes cinco estrellas alrededor de toda la Isla; y descuentos en los moteles discretos donde mantienen sus amoríos ilícitos.
«Nuestra meta es no tener que rechazar a ninguno de estos sacrificados servidores públicos», indicó Nataniel Fernández, director de la institución benéfica, mientras le limpiaba cuidadosamente las llagas de los pies a un desaliñado y andrajoso Jaime Perelló. «Nuestras puertas están abiertas a todos los senadores y representantes, irrespectivo de su afiliación política, municipio de procedencia o número de dedos de frente. Sabemos que muchos de ellos serán demasiado orgullosos como para solicitar ayuda, pero esperamos que así lo haga todo aquel que no logre mantener su acostumbrado estilo de vida con los míseros $3,400 mensuales que reciben de sueldo. Ah, pero que conste que nuestros beneficios son solo para estos sufridos asambleístas», advirtió Fernández. «¡Aquí no queremos plebeyos pela’os pidiendo cacao!».
El primer «success story» de la institución caritativa, el senador Carmelo Ríos (cuyas posturas decimonónicas sobre el rol de la mujer en la sociedad causaron revuelo recientemente) anunció: «La asistencia que me ha brindado la Casa de Beneficencia Charbonier me ha motivado a levantarme de la miseria en que vivo y hacer algo por la patria. Es por eso que trabajaré con empeño y tesón para garantizar que TODAS las mujeres puertorriqueñas puedan llegar a ser lo que quieran ser, ya sea cocinera, ama de casa o güima paridora».
María Milagros Charbonier, la valiente representante cuyo nombre lleva la fundación benéfica, comunicó su agradecimiento por las ayudas que esta le ha brindado: «Ustedes han salvado mi vida: esta mañana no solo me le hicieron un detail al carro, sino que incluso me hicieron un mani-pedi mientras esperaba. Son esos pequeños detallitos los que hacen que sea soportable la sacrificada vida de un legislador puertorriqueño. ¡No sé qué me haría sin ustedes y sin mi salario y sin mi cheque de dieta y sin mi vehículo oficial y sin mi celular y sin mi habilidad de trabajar cuanto poco me dé la gana sin que nadie pueda botarme como bolsa hasta las próximas elecciones!», exclamó Charbonier rompiendo en llanto santinezcamente.