Como ejemplo de la maleabilidad de Romney, cuando este visitó Puerto Rico buscando los 20 votos electorales que hay en la Isla para las primarias republicanas, declaró que a su parecer no hay problema con que la estadidad se pueda solicitiar con una simple mayoría de conciuenta más uno. Sin embargo, el exgobernador de Massachusetts aseguró sin rubor alguno que si sus correligionarios conservadores le llegasen a preguntar qué pensaba sobre la estadidad de Puerto Rico, él les diría que obviamente no cree en ingresar a la Unión a «un chorro de darkies que ni siquiera hablan inglés y quizás viven en bohíos de paja». «El truquin es decir la opinión correcta en el lugar correcto», explicó Romney, «¡lo cual se hace más fácil cuando no tienes criterio propio!».
Mitt Romney ciertamente ha sido un candidato difícil de tasar para los electores republicanos porque sus posturas son escurridizas y maleables. Sin embargo, lo que muchos consideran una debilidad, Romney asegura que es su mayor fortaleza. «Yo soy un simple reflejo del electorado», explicó el veleidoso candidato presidencial. «¿Quieres que sea duro con los inmigrantes? ¡Pues digo que que deben regresarse a su país para buscar la ciudadanía! ¿Quieres que sea más blandenguito con ellos? ¡Pues digo que no pienso deportar a nadie a la fuerza! ¿Quieres que sea pro-gay? ¡Pues juro que seré mejor para los derechos de los homosexuales que el demócrata Ted Kennedy! ¿Quieres que condene a esa trulla de farifos tragasables? ¡Pues me caigo de culo diciendo que el matrimonio debe ser solo entre un hombre y una mujer! ¿Quieres que sea religioso? ¡Pues menciono a Dios cada dos oraciones! ¿Te asusta que yo sea Mormón porque te mistifica nuestra creencia en pantaletas mágicas? ¡Pues me callo la boca y no digo nada al respecto! ¡Fácil! En este jueguito nadie me gana, y quien pierde es el idiota que vote por mí esperando que le dé liebre cuando yo venga y termine dándole gato».
«¿Ven?», concluyó Romney con una sonrisa satisfecha. «Yo soy lo que tú quieres que yo sea. Soy simultáneamente el yin y el yang; el alfa y el omega; el Melín y el Melambe. Vota por mí, ¡y quizás en enero del año que viene te enterarás de qué rayos opino verdaderamente!».