Temerariamente wheeleando sin casco en una 4-track, Juan Dalmau llegó al establecimiento y le exigió en voz alta al dependiente: «¡Un profiláctico, si me hace la bondad, por favor!», deseoso que la prensa lo escuchara y lo mangara metiéndose una dona en la boca. «Eso es así. Yo, Juan Dalmau, estoy en este ‘Mundo de los Preservativos’ porque quiero un profiláctico pa’ poner a gozar a mi esposa. Voy a pagar con esta tarjeta que es de ambos y le voy a enviar el recibo a La Comay pa’ que diga a to’a boca lo que gasto en accesorios para el acto del coito y en sabrosas golosinas. ¡Y que llegue esto a primera plana, ¿oyeron?!».
«Me pregunto si La Comay me llamará», se cuestionó Dalmau. «O sea, esto lo que le gusta a la gente, ¿verdad? Digo, aparte de la corrupción: esa sería la última alternativa», indicó medio pensativo. Al salir de la tienda, Dalmau se dio cuenta de que le dieron cinco centavos de más de cambio, y después de contemplar la moneda unos segundos procedió a entrar de nuevo al establecimiento para devolverla. Al salir se le escuchó gritar al cielo: «¡DIOS MÍO, ¿POR QUÉ NO PUEDO SER CORRUPTO?!».