«ZERREBRROOOOS… ZERREBRROOOS…», respondió un zombi al que abordamos para que explicara sus maléficas motivaciones con este aterrador ataque. El reanimado cuerpo se limitó a contestar con gemidos guturales nuestras preguntas, momentáneamente impedido de hablar por estarse comiendo como snack de media mañana el ojo izquierdo de nuestro fotógrafo. Ante tan sangriento y poco esclarecedor escenario, la madre mía iba a insistir en obtener declaraciones adicionales del manifestante.
El abogado y portavoz de los sanguinarios zombis, Jorge A. Romero, aseguró que
«Lo que estamos pidiendo», continuó Romero, «es lo justo: un sistema de clasificación de masa encefálica que sirva para que el zombi sepa que lo que se está comiendo no es guano». La propuesta de los muertos vivientes consiste de una clasificación de calidad de cerebros que vaya de acuerdo a los modelos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (U.S.D.A., por sus siglas en el idioma de los zombis). De aprobarse la propuesta, cada persona tendría tatuado en su frente el grado de calidad de su masa encefálica: la de un genio con doctorado sería «Grado A», mientras que le de un ingeniero sería «Angus 95% libre de grasa». La de vendedores de autos usados, tecatos, borrachones de esquina y gobernadores sería «15% carne, 85% ligamentos y cartón». «Así el zombi sabría si se está comiendo un suculento cerebro de doctor o un cerebro amarillento y pellejú’ de gobernador que haría vomitar hasta a un perro zombi», concluyó Romero.
Al preguntarle si no temía ser devorado vil y sangrientamente por sus clientes zombis, Romero aseguró confiado que las probabilidades de que le hicieran daño eran pocas: «Vamos a ponerlo así: yo soy abogado. Si ellos se comieran mi cerebro tendrían que usar un palillo de dientes. Y ellos lo saben».
Por su parte, operativos masivos para detener el decidido avance de los muertos vivientes por Puerta de Tierra fueron infructuosos, resultando hasta el momento en la conversión en zombis de dos terceras partes de los efectivos movilizados. «¡Es una carnicería lo que está sucediendo! ¡No podemos detener el avance de estos engendros del infierno!», exclamó alarmado el General de la Guardia Nacional, Vicente Price. «Nuestras armas no parecen hacerles daño. Es necesario recurrir a algún truco o artimaña con qué engañarlos y ponernos a salvo», aseveró sin poder encontrar una respuesta definitiva al desolador avance, que según sus estimados pondría a los zombis entrando al Capitolio durante la próxima hora. «No podemos hacer nada. Solo nos queda esperar. Por alguna razón tengo el presentimiento de que todo estará bien una vez entren al Capitolio. Tengo un buen presentimiento sobre esto…», murmuró el General Price con mirada esperanzada.