«Por más que vilipendien la gesta de la Junta de Control Fiscal», aseguró Catherine McNeil, portavoz del cuerpo, «lo cierto es que nuestro único interés es servir a los puertorriqueños y arreglar los profundos problemas económicos que tiene la Is– ¡ja, ja, ja, perdonen, es que no pude ni terminar de decir eso sin reírme! Obviamente lo único que nos interesa es que los inversionistas buitres reciban su payola. Y como ya estamos hartos de estos dimes y diretes con el nenito ese que se cree que con su cabellera Brylcreem y vocecita de Mickey Mouse va a venir a mandarnos a nosotros, simplemente decidimos que hay que junkear la Isla entera y vender al mejor postor las partes que están mejorcitas. ¡Así no hay que estar perdiendo tiempo negociando presupuestos!».
McNeil adelantó que, «después de encontrar un junker dispuesto a acomodar esta enorme olla de grillos», habrá que decidir «qué piezas de estos 100×35 todavía están en suficientemente buenas condiciones como para tratar de sacarle algún billete». La portavoz de la Junta intimó: «Sé de par de calles en el Viejo San Juan que no apestan a mea’o de deambulante que podrían venderse por par de pesos, y he oído rumores infundados de par de semáforos que todavía funcionan en la Avenida Central. Y claro está, el sistema de peajes está en óptimas condiciones: ¡eso fue lo único que siguió funcionando después de María, para poder seguir exprimiendo el pueblo, aunque sea de pesito en pesito!».
«Lo que sí nunca podemos vender de Puerto Rico es su gente, que es el mejor recurso natural en la Isla del Encanto, y lo que le pertenece a esta y a nadie más», indicó McNeil con una sonrisa zalamera y carita de «¿Verdad que no soy tan mala? ¡No me odien, plis!».