«Pérate, pérate, pérate», opinó María López, secretaria en un bufete de abogados. «Si la reforma contributiva es para aliviarle la carga a la ‘clase media’, y la excención aplica a las personas que ganen menos de veinte mil dólares al año, ¿quiere decir que yo que gano veinticinco mil dólares al año soy de clase alta? ¡Coño, si yo soy rica, que venga Dios y lo vea!», exclamó desde el balcón de su lujosa estancia en Puerto Nuevo. «Yo pensé que los ricos se supone que tengan yates, chalets de verano en Suiza, o al menos un puñetero carro que no los deja a pie cada dos semanas», se quejó López. «¡Yo lo único que tengo son deudas, un ex marido que nunca me paga la pensión para los nenes, y una maldita migraña que no se me quita ni pa’ los pastores!».
El gobernador Fortuño se defendió diciendo: «No es culpa mía que la piña esté tan agria en Puerto Rico que ganar más de $20,000 al año te convierta en un ricachón estilo Tío Rico McPato. Y ya están sobre aviso, magnates que ganan $30,000 al año: ¡ya mismo les vamos a subir los impuestos a ustedes, que ya bastante chavos tienen!».