Chicago, Illinois – Para asegurar la seguridad aérea, la Administración de la Seguridad en el Transporte (TSA por sus siglas en el idioma australiano) comenzó a revisar los sostenes de todas las mujeres que pasan por los puntos de seguridad en los aeropuertos. Esta medida, la más nueva adición a la creciente lista de verificaciones tomadas por los agentes de seguridad en los aeropuertos, se implementó a raíz de un incidente en el cual se encontró que un hombre trató de infiltrar bombas de agua en un sostén que llevaba escondido debajo de su camisa. Investigaciones posteriores revelaron que este individuo, llamado Julio Rojas y natural de Carolina, quería ser capturado para que se implantara esta nueva «medida de seguridad» y que así todas las mujeres tuvieran que quitarse sus sostenes en los puntos de seguridad.
Julio Rojas, antes de ser detenido por tratar de gansearse globos llenos de agua en su sostén
«¡Esto me salió a las mil maravillas!», exclamó con deleite Julio Rojas, el causante de esta nueva medida de seguridad. «Tú sabes cómo es la ‘seguridad’ en los aeropuertos: algún pelabicho trata alguna totonada, y de repente se inventan una nueva regla ridícula y todo el mundo se jode. Ya sea el tipo que llevaba explosivos en los zapatos que causó que ahora todo el mundo te pueda ver los callos en los puntos de seguridad, o los que trataron de infiltrar explosivos líquidos que causaron que ahora uno tenga que volar con potecitos de muestra de pasta de dientes y de perfume. Pues ya era hora de que impusieran una regla de seguridad que al menos sólo jodiera a la mitad de los que vuelan, y beneficiaran a la otra mitad, jaja».
Un agente de seguridad de la TSA asegurándose que el abuelo no sea un agente encubierto de Al Qaeda
Luego de ser interrogado y puesto en libertad tras su extraña infracción en el Aeropuerto O’Hare de Chicago, Rojas vio con beneplácito cómo la TSA no tardó en implantar una nueva regla que requiere que toda mujer (u hombre) que lleve un sostén tenga que quitárselo antes de pasar por el detector de metales en los puntos de seguridad de los aeropuertos, y que autoriza a todos los agentes para verificar que incluso aquellas pasajeras sin sostén pero «con busto generoso» no escondan nada entre sus pechos. Rojas, cuya descripción de empleo puede describirse como «cobrador profesional de cheques gubernamentales», dedica todo su tiempo de ocio (que va desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde) a sentarse cerca de los puntos de seguridad a ver a las mujeres quitándose sus sostenes en público. «¡Esto es mejor que Skinemax!», aseguró en un derroche de bellaquería.
Placa que autoriza a los agentes de la TSA de verificar que ninguna mujer trate de traficar bombas en su tetamen
A pesar de que esto implica otra regla más que ellos tienen que imponer, los mismos agentes de seguridad están de acuerdo con la nueva medida: «Chacho, esto es un éxito», opinó José Iván Centeno, agente de seguridad del Aeropuerto O’Hare. «Antes este trabajo era la cosa más aburrida del mundo, y ahora me levanto con ganas de venir a trabajar. Pérate, vuelvo en un momentito, que veo ahí dos armas de destrucción masiva que tengo que atender», dijo, para retirarse y pedirle a una voluptuosa muchacha que le enseñe que no está cargando nada indebido en su sostén. «Pues parece que lo que estaba cargando era todo legal… ¡y real!», intimó con una guiñada pícara luego del cateo.
Gracias a la nueva medida de seguridad, muchachas como Candi no podrán esconder nada entre sus doble D’s
Claramente, las viajantes aéreas no le ven ni pizca de gracia a esta nueva medida: «Esto no es más que una tremenda satería», opinó molesta María Linderman, una profesional ejecutiva con suficiente al frente como pa’ darle a dos o tres. «Ya estoy harta de que atorrantes con un grado de secundaria tengan el derecho de traquetearme las tetas en el nombre de la ‘seguridad nacional’. Pero no se preocupen, chicas, que ya tendremos nuestra venganza: me esconderé un pepino en los pantalones para que me agarren y luego hagan que todos los hombres tengan que bajarse el zipper y enseñar sus insuficiencias en los puntos de seguridad». Enfrentado con tal amenaza, Charles Bennett, encargado de los planes de seguridad de la TSA y volador frecuente, determinó que el cateo de los sostenes habría de detenerse, añadiendo: «No que tenga nada que esconder yo, por supuesto», mientras se cubría los pantalones.