«¿Qué se cree este tipo?», preguntó visiblemente molesto Juan «Johnny Coke» Prado, afamado bichote de Carolina y áreas limítrofes. «Con tanto perico del bueno que vendemos aquí en la Isla, ¿para qué tiene que irse a foquin Argentina a darse un pasecito?». Johnny Coke explicó que él nada más tiene puntos en muchos lugares convenientemente localizados alrededor del área metropolitana, y que en casi todos los pueblos de la Isla también tiene agentes locales que pueden «resolverle cualquier antojo al tecato boricua discerniente». «Si se creen que uno tiene que vivir en la Losa para poder emblanquecerse la nariz como alcalde sanjuanero, están bien equivocados», aseguró el tirador de droga. «Mi organización tiene presencia hasta en Isla de Mona… y si no me creen, ¡vayan y chequeen cuántas iguanas empericá’s hay por allá!».
En efecto, las oportunidades para conseguir cualquier tipo de estupefaciente en Puerto Rico son virtualmente ilimitadas, razón por la cual los usuarios boricuas de drogas quedaron «estupefactos» que Rolando Crespo haya tenido que ir a Argentina para incursionar en el nunca aburrido mundo de la drogadicción. «¡Mano, que consuma lo que su país produce!», exclamó una tecata santurceña con ojos desorbitados. «¡Eso de estar comprándole coca a los argentinos es pura comemierdería! ¿Qué, acaso él cree que las drogas del País son de peor calidad?». Tratamos de explicarle a la desaliñada farmacodependiente que la droga que se vende en Puerto Rico en realidad proviene de otros países, pero ella estaba demasiado ocupada llenando un formulario para poder correr para la Legislatura en el 2012.
Por su parte, Crespo respondió a las recriminaciones de los bichotes boricuas diciéndoles: «Gente, no es que desprecie su tesón en envenenar a nuestro Pueblo vendiéndole drogas y arruinando el futuro de nuestra sociedad: ¡qué va, si posiblemente el 90% de la gente que votó por mí estaba bajo los efectos de algún estupefaciente! La realidad es que decir que la cocaína que ingerí la obtuve en territorio argentino fue una fallida artimaña de mi parte para excusar mi mal juicio. ¿Qué sabía yo que al Pueblo no le iba a importar si me emperiqué en la Isla o en el exterior?». Como un gesto reconciliatorio para con los tiradores de droga del país, Crespo se comprometió a no volver a emblanquecerse la nariz a menos que sea con cocaína comprada directamente de un bichote boricua, o, en el peor de los casos, «algún alcalde que quiera compartir su stash conmigo».