Farinacci explicó que, a pesar de que sentía el oprobio y desdén de sus correligionarios para con su persona, él permanecía en la Cámara de Representantes porque creía que «aunque me hacían sentir mal con sus palabras hirientes, lo hacían solo porque me querían de verdad… ¡tenía Síndrome de Mujer Abusada! Sin embargo, con el tiempo me di cuenta que cuando Héctor Ferrer me pedía públicamente una y otra vez que renunciara, haciéndome sentir como mierda, no era porque yo me lo merecía y porque él en el fondo me amaba, ¡sino porque él es un abusador empedernido!», exclamó entre sollozos. «Así que dije: ¡no más! ¡Me alejo de esta relación abusiva! Total, ¡mejor es que me vaya a que me boten!», aunque no es claro a quién le importaría la distinción.
Sobre sus planes futuros, el legislador popular intimó que aunque ha terminado sus «lazos afectivos» con el presidente de su colectividad, ya encontró otro líder al cual asirse. «Héctor ya no me hace falta», dictó Farinacci, «porque ahora a quien yo sigo es al verdadero líder del Partido Popular Democrático: ¡Alejandro García Padilla! Este me mima, toma mis sentimientos en consideración, y es tan gallardo que me pidió la renuncia como quien no quiere la cosa solamente cuando era obvio que ya existían los votos para ponerme de patitas en la calle de todos modos. ¡Con este macharrán ya no tendré que temer que me haga sentir como llaga de leproso por la calle, o que me humille en público pidiéndome que me avergüence por haberle dado una pezcozá’ a mi esposa!».
Discutiendo los cargos de violencia doméstica que pesan en su contra, Farinacci negó tajantemente que tuvieran mérito alguno. «¡Yo nunca le he levantado la mano a mujer alguna!», exclamó el Representante con vehemencia. «¿Levantarle una mano a una mujer, yo? ¡Habrase visto! ¡Que se la levante ella misma, cuando la use para cocinarme, fregar y limpiar la casa!».