«Quienes me conocen saben que yo no soy dado a la introspección, a la autocrítica, o a pensar muy duro», aclaró Ricky Rosselló. «Así que espero que ustedes aprecien lo difícil que ha sido para mí pasar literalmente pares de minutos considerando si yo soy, en efecto, la persona más indicada para seguir a cargo de las riendas del país. O sea, yo he llevado una vida en la que muchas cosas se me han dado sin esfuerzos o méritos propios; he obtenido puestos por encima de otras personas más cualificadas solamente por las palas de Papi; y he ganado unas elecciones única y exclusivamente por la combinación mágica entre mi apellido y el amor del puertorriqueño promedio por los cacicazgos. ¡Por supuesto que mi primer instinto es pensar que soy la última Coca-Cola en el desierto, y creer que solo yo puedo sacar a Puerto Rico del revolú en el que lo he metido! Pues nada, spoiler alert: ¡he concluido exactamente eso, así que tendrán Ricky para rato!».
Rosselló añadió que, como beneficio adicional de sus minutos de ligera reflexión, también se dio cuenta de que «soy además tremendo científico y, –¡no me abochorno para nada decirlo!– igualmente soy un tremendo amante: ¡y si no me creen, pregúntenle a Bea! (Pero ahora no, porque ella está ocupada no dando la cara por el revolú ese de Unidos por Puerto Rico). Énigüei, como iba diciendo: yo nunca me detengo a pensar si lo que hago es correcto o no, o me pongo a sopesar las consecuencias de mis acciones, o pierdo tiempo considerando si soy solo un nene de Papi que no sabe qué está haciendo y que se aferra a su cargo solamente porque admitir que no está a la altura de su puesto sería demasiado bochornoso, así mi familia sufra por mi testarudez… ¡pero una vez me senté a examinar todo eso, simplemente no pude parar de constatar en cuántos ámbitos yo soy la hostia máxima! ¿Cómo es que soy SOLAMENTE gobernador de Puerto Rico? ¡Ustedes no se merecen tenerme, votantes malagradecidos!».
Por su parte, cientos de miles de votantes asintieron enérgicamente, y declararon que «te merecemos tan poco, Ricky, que queremos que salgas de La Fortaleza, despliegues tu alas, y vueles lejos, muy lejos de aquí, y que no te detengas hasta que dejes de oír el coro ensordecedor de boricuas gritando: ‘¡Ricky, renuncia!’ a pulmón reventa’o».