Por muchos días el ahora exgobernador se mantuvo firme en su posición de que él es la persona indicada para arreglar la actual situación del país por el hecho de que el pueblo había votado por él –a pesar de que era ese mismo pueblo que ahora lo estaba botando. Rosselló comenzó renunciando a sus aspiraciones políticas en el 2020, luego a la presidencia del PNP, y finalmente incluso a su barbita de nene grande. Sin embargo, luego de que le renunciara la mitad de los miembros de su administración y de que Shep Smith le comiera los dulces en una entrevista en Fox News, Rosselló finalmente cedió cuando se dio cuenta de que nadie lo apoyaba (¡ni siquiera el alcalde de San Sebastián!).
«Ya, revoltosos pelú’s, ya pueden guardar sus panderetas y pancartas: ¡me voy!», gritó Rosselló lleno de resentimiento, habiendo ya empacado sus botes de brillantina y otros tereques. «¡Total, yo ni quería ser gobernador! Yo solo me metí a la política, no porque toda mi vida ha sido un cálculo premeditado para traerme de nuevo a La Fortaleza, sino porque firmemente creo que yo y solo yo soy la persona más capacitada para liderar el país. Pero está bien, si no me quieren, me voy: ¡de mejores sedes de gobierno me han botado! Le deseo suerte al próximo idiota que herede esta olla de grillos… ¡que al paso que vamos con tantas renuncias en mi gabinete, terminará siendo el conserje del Capitolio!».
Por su parte, el pueblo de Puerto Rico le respondió a Ricky: «¡Baj baj, piojito!», y rápido se dio a la tarea de cambiarle los candados al Palacio de Santa Catalina, «que luego no se nos arrepienta Ricky y le dé por tratar de colarse de nuevo por la puerta trasera».