El pasado miércoles un incendio en la Central Aguirre causó un apagón generalizado que mantuvo a millones de puertorriqueños sin electricidad y sin agua por varios días, habiendo muchos que todavía están en las mismas. El regreso a la época sin teléfonos celulares inteligentes, sin televisión y de oscuridad plena durante la noche despertó en muchos la añoranza por los tiempos más sencillos de antaño cuando las familias solían hablar entre sí como forma de entretenimiento y no había tanto ruido nocturno –nostalgia, que, sin embargo, no sobrevivió más de un segundo cuando les llegó la luz y pudieron volver a chequear Facebook y Twitter cada dos minutos.
«¡Ay, qué bellas son las noches de mi querido Borinquen del alma sin tantas luces apañando la oscuridad!», exclamó lleno de admiración el carolinense Cristóbal Meléndez, oteando la noche estrellada. «¡Cuántos astros se divisan en el firmamento ahora que, como en la época de nuestros abuelos, el crepúsculo cede para revelarnos la hermosa negrura de la noche borinc– ¡ALELUYA, LLEGÓ LA LUZ! ¡NENA, CIERRA LAS VENTANAS, PON EL AIRE Y PRENDE EL TELEVISOR, A VER SI TENEMOS CABLE!».
«¡Cuánto he disfrutado poder pasar más tiempo con mi familia!», opinó satisfecha Maritza Lafuente, vecina de San Juan. «Luego de una deliciosa cena de Salchichas Carmela calentadas en estufita de gas portátil y galletas Rovira Export Soda con mantequilla, mi marido, los nenes y yo nos acostamos en el piso de la sala a hablar de nuestras vidas, nosotros dos contándole a los nenes cómo eran las cosas cuando éramos pequeños, y ellos hablándonos sobre sus amistades y — ¡PÉRATE, EL TELÉFONO ME VIBRÓ! ¡AL FIN TENGO SEÑAL E INTELNÉ’!», gritó con algarabía antes de encerrarse en su cuarto para «poder finalmente jugar Candy Crush sin tener que escuchar más anécdotas aburridas de mis hijos».
Al preguntarle a Lafuente si no extrañará la proximidad a su familia que ha disfrutado en los últimos días ahora que podrá seguir pasando todos su tiempo de ocio con la nariz metida en su celular, esta replicó: «Nah… ¡de seguro por ahí vendrá algún huracán que nos deje sin luz otra vez y nos obligue a apreciarnos los unos a los otros nuevamente!».