El proyecto de ley que fue aprobado la semana pasada por ambas cámaras de la legislatura del estado de Misisipí (sí, así se dice en español: escríbanle a la RAE si no les gusta) se conoce como el «Protecting Freedom of Conscience from Government Discrimination Act» (sin duda porque el decoro les prohibió llamarlo el «The Gummint Can’t Make Me Deal with No Fuckin’ Fags None! Act«). Este permite a las personas, negocios, empleados gubernamentales y entidades sin fines de lucro (incluso aquellas que reciben fondos públicos) a discriminar en contra de personas de la comunidad LGBTT, si eso «va en contra de sus creencias religiosas sinceras» (que es la frase legal que los homofóbicos usan hoy día para querer decir «si les sale del forro»).
«En Misisipí no toleramos la discriminación», declaró solemnemente el representante Andy Gibson, el exponente máximo del intelectualismo que ideó la medida. «Y por eso me refiero a los pobres cristianos en nuestro estado, que hoy día apenas pueden usar su religión como garrote para tratar a otros como ciudadanos de segunda categoría sin que venga algún farifo altanero a demandarlos y a reclamar sus ‘derechos constitucionales’ de ‘igualdad’ y ‘protección contra la discriminación’. ¿Qué se supone que haga un empleado del DMV si viene un gay a pedir una licencia de conducir? ¿Dársela? ¡Pero la Biblia insinúa sesgadamente que los homosexuales no deben guiar! ¿Y qué se supone que le diga un psicólogo que trabaja un hospital estatal a una muchacha que se quiere suicidar por ser lesbiana? ¿Que NO se mate? La Biblia dice claramente que a los homosexuales hay que matarlos: ¡si se quieren suicidar, estarían solamente realizando la voluntad de Dios! En resumidas cuentas: hay un sinfín de situaciones en las cuales una persona o entidad legal pueda no querer tener que bregar con gays y/o tratarlos como mierda, y entiendo que siempre debe tener el derecho de sacarse de la manga la excusita de que ‘Mi religión me obliga a ser un odioso repugnante’. Digo, a menos que sea para negarle derechos a gente que profesa MI religión: ¡eso sí que sería una afrenta a la Constitución!».
Luego de que la ley fuera avalada por ambas cámaras de la legislatura, de algún modo que nadie ha sabido explicar aparecieron en esta nuevos incisos que no solo le dan rienda suelta a la imaginación de los homófobos a la hora de darles justificaciones legales a sus prejuicios, sino que también vedan «el uso, la mención e incluso la mera existencia de colores mariposones tales como el fucsia, el azul turquesa y el verde chatré (al igual que cualquier otro matiz que suene igual de firulístico)». Si el gobernador firmase la medida, en Misisipí solo se permitirían «colores bien macharranes y de pelo en pecho, así como el azul marino, el rojo sangre o el gris plomizo (por eso de que las balas están hechas de plomo)».
«No sé de dónde surgieron estas provisiones, pero las apoyo completamente si conseguirán hacerle la vida cuadritos a algún modisto, peluquero o decorador de interiores (if you get my drift!)», confesó el autor de la medida con una guiñada de complicidad.