El periodo de reflexión mentado se refiere a la ley firmada en el 2009 por el entonces gobernador y hoy día homúnculo irrelevante Luis Fortuño, que establecía que antes de comenzar las clases los estudiantes deberían observar cinco minutos de reflexión (razón por la cual no hubo deserción escolar, embarazos fuera del matrimonio o perreo intenso durante el resto de su administración). Aunque la legislación eventualmente fue enmendada para aclarar que los maestros no podían promover conceptos religiosos («para que se vayan a freír espárragos esos ateítos masquejode que se la pasan echándonos en cara nuestra Constitución»), el proponente de la medida, el senador Luis Daniel Muñiz, indicó que esta «es de la autoría del Todopoderoso»; en efecto, Dios tiene un estacionamiento designado al frente del Capitolio, de tanta legislación que termina escribiendo Él mismo. «En resumen», concluyó Pierluisi, «el concepto de los ‘cinco minutos de reflexión’, aunque fue de inspiración divina y celebrado por los evangélicos del país, no tiene NADA que ver con la religión, y quien diga lo contrario está buscándose problemas con la Congregación Estatal para la Doctrina de la Fe que también implantaré si Dios quiere y la Virgen».
Pierluisi cambió su opinión sobre la duración del periodo de reflexión estudiantil cuando visitó la escuela superior Prócer Puertorriqueño Muerto en Santurce. «Escuché una de palabrotas (algunas que ni entendí, seguramente porque no estoy en na’) y vi una de comportamientos pecaminosos entre esos estudiantes que ni te cuento», rememoró Pierluisi mientras se abanicaba afanosamente con un delicado pañuelo blanco. «Al ver cuán malcria’os e irrespetuosos están nuestros jóvenes hoy día, me dije que cinco minutos al inicio de la jornada escolar de pía oración cristi– perdón, de mundana reflexión secular, no iban a bastar para enseñarles valores. Es más, esto es algo que los estudiantes tienen que hacer durante TODAS sus clases, y no por cinco trapo de minutos, sino por la hora entera, para que esos valores que absorberán del aire mientras meditan les entren bien entra’os. Tienen que llegar a su pupitre, sentarse, inclinar sus cabezas y rezarle al Creador– perdón, reflexionarle al Creador, para que les dé serenidad, les brinde madurez y les quite los deseos de gritarme ‘¡Huelestaca malparí’o!’ cuando visite su plantel. Ya verán cómo, después de pasársela todo el santo día meditando, esos nenes van a llegar súper zen a sus casas, listos para jugar briscas con sus papás, escuchar un programa radial, o lo que sea que hagan hoy día los estudiantes de escuela superior en su tiempo de ocio», indicó Pierluisi, quien aparentemente es congresista sin voto de día pero experto en psicología infantil de noche.
El comisionado residente no explicó, empero, cómo los estudiantes obtendrán una buena educación –o una educación, punto– si se la pasan todo el día meditando en vez de aprendiendo sus distintas materias. «Por Dios, si hoy día estos bambalanes apenas saben leer y escribir cuando se gradúan: ¿tú crees que esto hará alguna diferencia en cuanto a la preparación que obtendrán, máxime cuando no habrá empleos disponibles para ellos de todos modos cuando entren al campo laboral? Además, si tanto te preocupa la instrucción de nuestros niños, te diría que para eso es que están los padres: ¡para enseñarles biología, estudios sociales y álgebra!».