En su visita de estado a Roma la semana pasada –la primera en 16 años– la oficina del primer ministro italiano ordenó que el museo donde se llevaría acabo el encuentro tapase varias estatuas sin ropa que pudieran enseñarle al presidente iraní, de 67 años, cómo luce una mujer desnuda. «Non volevamo che il presidente Rohani vedesse tutte quelle statue nude«, aclaró Nicolò D’Accentograve, portavoz de la oficina del primer ministro, «non perché lui ce l’abbia chiesto, ma perché sappiamo che questi musulmani hanno dei problemi psicologici con le donne… ed è più semplice coprire le statue che fargli andare dallo psichiatra!«, concluyó en italiano, obligando a medio mundo a darle copy/paste a sus palabras en Google Translate.
Rohani también hizo una parada en Francia, donde por el contrario el gobierno se negó a amoldarse a sus delicadas sensibilidades mahometanas y, en vez de no servir vino en la cena de estado, optó por simplemente cancelarla por completo. «Nosotrrós no vamós a dejarr de serrvirr vinó en todás nuestrrás cenás», afirmó tenazmente François LaCédille en su afrancesado español (afortunadamente, porque ya está bueno de estar traduciendo las cosas). «¡Prrefierró morrirr de hambrré antés de comerr coq au vin sin una buená copá de Côte de Nuits arromaticó y de texturrá complejá!». Luego de ese desaire, el mandatario iraní decidió ampliar su gira de estado y buscar lugares «más dados a eñangotarse a la hora de rendirle pleitesía a líderes extranjeros de países más poderosos», razón por la cual eligió visitar la isla caribeña donde en los ochentas el gobernador de turno mandó a talar todos los árboles en la entrada de El Morro cuando vino el entonces rey de España.
«Mis ojos no deben jamás divisar nada mínimamente displicente», explicó el presidente de Irán, «y es por esto que –si el gobierno puertorriqueño quiere el honor de mi presencia– más vale que cubran cualquier cosa que pueda ofenderme… ¡y para ir a la segura, mejor tápenlo todo! Nada de mujeres voluptuosas caminando por las calles solas; nada de muchachitos con pantalones cayéndoseles escuchando ese reggaetón con alto contenido sexual (y bajo contenido musical); y nada de viejos borrachones en las esquinas o jóvenes bebiendo mientras janguean en la SanSe… ¡ni siquiera quiero ver latas vacías de Medalla tiradas por el piso!». El gobernador Alejandro García Padilla, por su parte, accedió a todas las exigencias de Rohani, indicando: «Cualquier jefe de estado que quiera realizar un visita oficial a esta isla que se está cayendo en cantos, ¡bienvenido sea! ¡Cualquier cosa con tal de entretener al pueblo y distraerlo de lo malas que están las cosas!».
Se rumora que una brigada de empleados gubernamentales ya ha comenzado la ardua tarea de cubrir con una lona cualquier lugar en la Isla que pudiera resultarle ofensivo a un fanático islámico sesentón que aborrece la carne de cerdo, el sexo y la cafrería –y como ya hay informes de que el lienzo que tienen no va a dar, el gobierno se verá obligado a mantener a Rohani alejado de las lechoneras de Guavate, la Avenida Ashford y Carolina, respectivamente.