«Mala mía por haberlos dejado pullú’s a to’s», se disculpó San Nicolás, «pero, ¿cómo quieren ustedes que me meta a sus casas si están más blindadas que Fort Knox? No solamente no tienen chimeneas, sino que sus ventanas tienen rejas, sus puertas tienen diez cerraduras, y quien no tiene alarma tiene un perro bravo en el patio de atrás. ¿Ustedes esperan que algún ejército forastero invada sus viviendas o algo por el estilo, es?», se maravilló Papá Noel, sin saber que esa pregunta solo desataría una discusión político-partidista en la mayoría de las familias puertorriqueñas.
Santa Claus declaró que «pa’l año que viene, si no quieren que los vuelva a dejar a to’s en la prángana, más vale que me apaguen la alarma, me dejen la llave debajo de la alfombrita y que me amarren el dichoso pit bull que tienen en el patio para que no me trille a Rudolph, a ver si puedo bregarles el caso. Si no, tendrán que conformarse con esperar a los Reyes Magos –¡y todos sabemos que ellos lo que traen son porquerías!».