«Quiero que los padres de los estudiantes que colgué este año sepan cuánto lo siento», se disculpó Ramón Salazar, maestro de álgebra en la escuela superior Prócer Muerto de Camuy. «Debí haberme esforzado más a la hora de calificar los exámenes de sus hijos –bueno, al menos los exámenes que se molestaron en tomar–, y buscarle la quinta pata al gato para que sus ecuaciones mal despejadas tuvieran sentido. Al fin y al cabo, si un estudiante falta a la mitad de las clases para pasársela pendejeando por los pasillos, se la pasa hablando en la fila de atrás en vez de prestar atención, o se pone a tocar reggaetón a to’ fuete en plena clase, ¿no es todo eso culpa del maestro? Déjame responder a esa pregunta retórica antes que algún padre molesto me lo grite de las gradas: sí, sí lo es. Así que, en el vernáculo del alumno que amenazó con ‘ejplotalme’ cuando le pedí que dejara de perrear al frente de la pizarra: ‘Mala mía, ¿vi’te?'».
«Me siento muy avergonzada por cada mala nota que asigné este semestre», confesó Margarita Velázquez, profesora de español en la escuela intermedia Exgobernador Muerto de Dorado. «Siento que debí haber logrado que a mis alumnos les importara al menos medio bledo cómo acentuar correctamente y a apreciar la lectura allende a los cómics… pero fallé miserablemente. Ahora con el retroscopio me doy cuenta que hubiera podido simplemente ignorar todos sus horrores gramaticales en el examen final y no asignarles a leer un libro sin ilustraciones –¡o al menos no ofenderme cuando el informe sobre el libro que me entregaron fuera copiado del Internet! Si a mis alumnos les da pereza leer y no quieren aprender a escribir con corrección, ¿quién soy yo para obligarlos? Es más fácil regalar Aes inmerecidas que vérselas con padres molestos al final del semestre exigiéndonos explicaciones de por qué reprobamos a sus perfectos hijos… ¡aunque al menos es reconfortante saber que existen esos mismos padres que no dijeron ni ‘esta boca es mía’ durante el resto del semestre!».
«¡MI NENE ES UNA PERLA ESPECIAL Y MERECE SOBRESALIR EN TODO!», exclamó mayúsculamente Susana Galarza, orgullosa madre de un alumno del colegio católico Santo Muerto de Bayamón que sacó F hasta en la clase de Economía Doméstica. «Los maestros de Abimelec son unos abusadores que le exigen que estudie para exámenes, que entregue sus asignaciones a tiempo y que deje de llamarlos ‘mamabicho’ en el salón. ¿Qué se creen esos profesores? ¿Que mandan en sus propias aulas? La labor de educar a nuestros hijos le pertenece a nosotros los padres, no a los maestros –y si optamos por abdicar a nuestras responsabilidades paternales, eso es asunto nuestro… ¡y los maestros que breguen con eso, que pa’ eso les pagamos una miseria!».