La semana pasada, ocho legisladores del otrora Partido Nuevo Progresista radicaron una demanda contra el Departamento de Justicia para obligarlo a defender la definición tradicional del matrimonio civil, o sea, únicamente entre un hombre y una mujer. Esto se dio en respuesta a la determinación del gobierno local de no defender la actual definición matrimonial en el Código Civil en el caso federal que se estará ventilando próximamente en el Primer Circuito federal en Boston. Dado que son ya 37 jurisdicciones federales donde esta restricción matrimonial se ha rechazado por considerarse inconstitucional –y se espera que la Corte Suprema de los Estados Unidos avale esa determinación a nivel federal en cuestión de unos meses– la administración del gobernador Alejandro García Padilla está sencillamente amoldándose a la realidad legal de nuestros tiempos (no avanzando una posición modernuca o de avanzada, de lo cual francamente sería incapaz). Sin embargo, esta simple economía de recursos jurídicos no convenció a los miembros del partido estadista, quienes se aferraron a su visión tradicionalista de nuestra sociedad en contra de toda lógica y buen gusto.
«Seré la primera en admitir que nuestra colectividad ya no debería catalogarse como ‘nueva’ o ‘progresista’, sino ‘vieja’ y ‘regresista’, ¡y a mucha honra!», explicó la representante María Milagros «Tata» Charbonier, una de las demandantes. «Eso de ‘nuevo’ da la impresión de que somos nenes de teta, que no podría distar más de la realidad: como ya saben, más sabe el Diablo por viejo que por Diablo (¡aunque lo de Diablo también ayuda!). Tampoco somos ‘progresistas’, porque eso suena a libertinaje, barbas y cabellos poco acicalados, y comportamiento impío y antinatura. Antes de dar mi opinión sobre cualquier tema, siempre me pregunto: ‘¿Qué pensaría de esto Don Luis A. Ferré?’. Si él estuviera vivo, tendría 111 años: ¿ustedes creen que un viejito de más de cien años estaría de acuerdo con que se legalicen las bodas gay, con que parejas del mismo sexo adopten, o con que los homosexuales tengan los mismos derechos en cuanto a protecciones laborales o de violencia doméstica? Bueno, en realidad no importa: ¡lo relevante es que yo no estoy de acuerdo con esas vainas, y que puedo usar a Don Luis como excusa!».
La decisión de renombrar al PNP se tomó casi unánimemente entre miembros de dicha colectividad, quienes esperan que dicho «rebranding» ayude a enardecer a sus simpatizantes. «Cuando las huestes del PVR entiendan que esto se trata de alinear el nombre de nuestro partido con nuestras posturas sociales preexistentes», opinó Thomas Rivera Schatz, expresidente del senado famoso por sus mezquinos comentarios homofóbicos, «creo que estarán de acuerdo con que es una decisión que debimos haber tomado hace mucho tiempo. Sí, los peverés queremos la estadidad –pero más que eso, al menos nosotros los que estamos en el poder queremos asegurarnos que Puerto Rico permanezca en el siglo XIX en cuestiones sociales. Si nuestros legisladores tienen esas posturas decimonónicas, y los pastores evangélicos que llenan nuestras arcas con sus donaciones libre de impuestos también las tienen, ¿para qué ponernos con paños tibios y no admitir que socialmente queremos seguir estando atrás como los güebos del perro? Nuestros líderes son viejos que aborrecen el progreso social: ¿por qué no finalmente hacer que el nombre de nuestra colectividad deje eso claro?».
Al preguntarle a los jefes de partido si son conscientes de que la palabra «regresista» no existe en el diccionario, estos replicaron: «Es que llamarnos el ‘Partido Viejo y Retrógrado’ sería un nivel de honestidad que francamente no seríamos capaces de mercadear exitosamente. ¡Mejor una palabra inventada que no le choque a nadie, a una que refleje perfectamente la realidad, pero que horrorice a medio mundo!».