El estadio Arena Corinthians, que costó casi 500 millones de dólares en construir, fue inaugurado en mayo de este año, siendo uno de los más recientes intentos de Brasil de convencer a la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) de que tienen en qué caerse muertos. En completo contraste al carísimo edificio está la favela «Copa del Pueblo», a escasamente cuatro kilómetros de distancia, donde los residentes no están comiéndose un cable porque el que tenían ya se lo comieron hace rato.
João Luíz Encarnação, líder de los residentes de Copa del Pueblo, explicó el deseo de sus vecinos de mudarse al amplio local: «Bueno, si ya nuestro gobierno acabó de fichurear ante las otras naciones del mundo para aparentar ser el más eficiente, y si ya terminamos de fingir que en Brasil no hay gente muriéndose de hambre en la perifería de fastuosos estadios multimillonarios, ¿qué tal si hacemos algo por la patria y dejamos que esta noche nuestros hijos duerman en un lugar limpio y seguro? O sea, este estadio tiene electricidad, comida, agua potable e incluso el lujo de un techo que no gotea. Y si nos apresuramos y nos mudamos hoy mismo, ¡quizás aún quede cerveza fría en las neveras!».
Por su parte, representantes del gobierno brasileño desmintieron las acusaciones de los habitantes de las favelas de que este siempre construye opulentos edificios a plena vista de las pobrísimas residencias con el propósito de hacerles fiero y fregarles en la cara la diferencia entre los pudientes y los necesitados, aclarando que «eso es solamente un beneficio marginal».