«¿Ya se fueron esos curas con sotanas púrpuras?», preguntó en voz baja Giorgio Rodrighi, un jovencito romano de 9 años que se había ocultado en la buhardilla de su casa. «Espero que sí, porque ya estoy cansado de estar escondido en este ático polvoriento y maloliente — ¡desde que mi PSP perdió la carga he estado comiéndome un cable!». Sin embargo, el pequeño aseguró que valió la pena permanecer oculto y fuera del alcance de los cardenales, «porque si los sacerdotes vulgares y corrientes pueden hacer escante con nosotros los niños y los de la alta jerarquía se hacen de la vista larga… ¡figúrate tú cuánto más podrían hacer los de la alta jerarquía misma sin que nadie se inmute!».
Por su parte, el cardenal François LeGars rechazó que la treta de los jovenzuelos fuera necesaria y tronó en contra de su temor a ser sobeteados: «Ya cansa este chistecito de los sacerdotes pedófilos, n’est-ce pas? O sea, uno se esconde desnudo en la piscina de bolas de un establecimiento de entretenimiento para niños UNA sola vez y ya la gente te trata de viejo verde para siempre. Oye, acá entre nos», inquirió el prelado con voz de complicidad, «¿en Roma hay Chuck E. Cheese’s?».