«Esto es un ultraje. ¡Un ultraje!», exclamó un anónimo editor de uno de los principales periódicos del país. «¡Se requiere un entrenamiento bien especial para saber cómo y cuándo poner a Maripily y al ufólogo Reinaldo Ríos en primera plana! ¿Y qué me dicen de publicar titulares de The Onion como si fueran verdad? ¡Eso requiere objetividad! No, papo, para ejercer esta santa profesión se requiere haber estudiado periodismo. ¿Qué tiene ella? ¿Toda una vida en la política como hija de Romero Barceló, candidata y legisladora electa? Ni que eso te diera acceso ni conocimiento de qué ocurre tras bastidores en la Legislatura que se supone que cubra como parte de sus labores. ¡Eso no la va a a ayudar a cubrir el próximo berrinche de Heidi Wys! Te digo: tiene completa falta preparación para ejercer esta vocación», declaró sin ninguna ironía.
«Yo que me moría por criticarla cuando le regalaran un puesto de asesora en la Legislatura o algún otro puesto regala’o en el gobierno… y me lo daña consiguiéndose un trabajo honesto en la industria privada. ¡Hay que joderse!», se lamentó El Rampletero Inefable: bloguero, tuitero y tenaz defensor del periodismo ciudadano. «Pero nada, ya encontramos cómo joderla en la blogósfera: con que no tiene preparación. Mira y que alguien sin educación formal de periodista informando al pueblo. ¿A quién se le ocurre eso?». Hicimos la observación que la gran mayoría de periodistas ciudadanos que defiende en la blogósfera no tiene preparación formal casi por definición y que esto implica que literalmente apoya que cualquiera puede ser periodista. Este contestó: «Esa es una observación absurda: el periodismo ciudadano es distinto porque… porque… ¡que viva la blogósfera, coño!», exclamó haciéndose el loco.