«Siento mi vida vacía ya que no puedo dejar de trabajar a las 3:45 de la tarde para ver a Culson competir», declaró Eliezer Paredes en referencia al corredor de pista y campo Javier Culson, ganador de medalla de bronce. «En los segundos que duró esa carrera no éramos populares o penepés; empleados o gerentes; guaynabichos o muertos de hambre — ¡éramos todos puertorriqueños! Pues, qué remedio… ¡supongo que tendremos que seguir con la olla de grillos de siempre hasta las Olimpiadas del 2016 en Brasil!».
«¿Cómo se supone que exprese mi orgullo boricua ahora que se acabaron los Juegos Olímpicos, y ya no tenemos luchadores ganándonos plata, ni gimnastas guapísimos a quienes ligarnos?», se preguntó con tristeza Isabel Meléndez, quien no se perdía la participación de la delegación boricua «ni pa’ los pastores». «Sin apoyar a nuestros atletas enviando tuits alentadores cada tres minutos; sin subir fotos de ellos a mi página de Féisbuc; y sin trolear las páginas de los países a quienes les comimos las nolas, ¿cómo podré alimentar mi orgullo patrio? ¿Tendré que esperar a que sea época de Miss Universo, es? ¡Más vale que nuestra próxima candidata llegue al menos a las diez semifinalistas, porque si no voy a entrar en withdrawal de nacionalismo!».
Algunos puertorriqueños han intentado volver a sus niveles de orgullo patrio de antes de las Olimpiadas, pero admiten que se les ha hecho difícil la transición. Don Martín Flores concluyó: «Nuestros muchachos (¡y muchachas!) nos trajeron muchas alegrías este año, así que será difícil volver a nuestro día a día lleno de asesinatos y robos; políticos corruptos e ineptos; y periódicos llenos de bochinches mezquinos y anuncios políticos pagados. ¿O es que se supone que ese vacío olímpico lo llenemos de nuevo siguiendo minuciosamente las vidas de Maripily y Andrea de Castro Font?