«Es indiscutible que el número de asesinatos en Puerto Rico ha llegado en años anteriores a una cifra inaceptable — ¡o al menos eso me dicen, porque yo no vivo aquí desde hace más de diez años!», explicó Pesquera. «Y tradicionalmente se le echa la culpa a la Policía y a los criminales que perpetran estos delitos… ¿pero qué tal de esos ciudadanos que estúpidamente permiten convertirse en una estadística más? ¡Si nadie se dejara asesinar, no estaríamos teniendo esta conversación!», declaró con lógica inexpugnable. «Ya es hora que la ciudadanía asuma su responsabilidad en esta ola criminal que nos azota — ¡sobre todo las víctimas de asesinato, quienes son los más directamente azotados!».
El nuevo Superintendente se inspiró en el alcalde de una pequeña ciudad italiana que recientemente prohibió que los habitantes de su pueblo se murieran porque el cementerio ya estaba demasiado lleno. «¡Ese es el tipo de pensamiento out of the box que necesitamos para salir de este embrollo!», exclamó el gobernador Luis Fortuño, felicitando a Pesquera por su original iniciativa. «Ya lo hemos tratado todo: adiestrar más a nuestros agentes policiacos; usar la Fuerza de Choque a la menor provocación; cambiar el Superintendente de la Policía cada par de meses como si fuera un jueguito de sillitas musicales… ¡y esta olla de grillos sigue igual!». El Gobernador concluyó diciendo: «Sí, esta idea de Héctor suena descabellada — algunos la tildarían de ‘impráctica’, ‘totona’ o incluso ‘patentemente inconstitucional’… ¿pero de cuándo acá eso me ha importado a mí?».
Según el nuevo Superintendente, «el problema con nuestro código penal es que codifica leyes que restringen el comportamiento de los criminales — los truhanes a quienes le vale madre la autoridad. Lo genial de mi propuesta anticrimen es que se enfoca en modificar el comportamiento de los ciudadanos comunes y corrientes — los peleles que sí siguen las leyes. Ahora serán ellos quienes, con tal de evitar violar la nueva ley anti ser asesinado, lo pensarán dos veces antes de salir de su casa (por temor a que alguien les pegue un tiro), o quedarse en su casa (por temor a que alguien les pegue un tiro). ¡Problema resuelto!».
El nuevo reglamento dispondrá de una pena de «no menos de cinco años y no más de toda la eternidad», para todo aquel ciudadano que sea culpable de «dejar que lo asesinen y fastidiarle las estadísticas a la Policía». Ante preguntas de cómo pretende enforzar acciones punitivas contra personas quienes, al momento de haber violado la nueva ley, ya estarían muertas, el Superintendente aseguró que «la Policía contará con el más macabro arsenal de expertos en las Artes Negras — patibularios personajes tales como madamas vudús, viejas brujas, y abogados notarios».