El derrame tuvo lugar este miércoles, luego que 1,800 galones del químico conocido como tolueno dieran a parar en las aguas del río Bayamón al vertirse del camión que lo transportaba. A pesar de que el químico es teóricamente tóxico al ser respirado o absorbido a través de la piel, las aguas del río estaban ya tan contaminadas que el tolueno solo sirvió para limpiarlas, aclararlas y hasta darles un refrescante e inesperado olor a lavanda.
«Yo no entiendo exactamente qué proceso químico se dio aquí», confesó el doctor Juan Arellanes, investigador de la Junta de Calidad Ambiental. «Comparando la condición actual del río Bayamón con las muestras que teníamos de antes del derrame, encontramos que ahora las aguas ya no apestan a cloaca santurceña adobada con sobaco de bolitero. De hecho, nuestros estudios preliminares revelan que el resultado del derrame se parece químicamente a Mistolín, o en el peor de los casos, Fabuloso. Creo que podemos concluir entonces que la fórmula de dichos limpiadores es probablemente una combinación de tolueno y agua con bilharzia».
Según los expertos, el contacto prolongado con tolueno puede causar náuseas, irritaciones de la piel y dolores estomacales, pero cualquier persona con terrenos colindantes a un río puertorriqueño podría confirmar que síntomas mucho peores que esos acosarían a cualquiera que ose bañarse en sus aguas. «A menos que alguien esté ansioso de chapaletear en aguas llenas de aceite de carro, sudor ajeno y Pampers caga’os, yo no metería ni un dedo en ningún río de la Isla», aseguró un vecino quien prefirió no identificarse para que nadie le pregunte si su aseveración responde a experiencia propia.
Ni corta ni perezosa, la Industrial ChemCo (principal fabricante de tolueno) activó su maquinaria publicitaria para darle una nueva cara al químico y poder así incursionar en nuevos mercados. Promocionándolo con el flameante estribillo «¡Tolueno Es To’ Bueno!», la compañía quiere que su producto sea mundialmente conocido como «La manera más fácil de tener un río limpio (después de simplemente no ensuciarlo)».
Enfrentados con la posibilidad de poder limpiar sus cuerpos de agua sin pasar mucho trabajo, varios alcaldes alrededor de la Isla manifestaron interés en adquirir cantidades industriales de tolueno, «porque es más fácil reproducir un derrame químico de proporciones jenniffergonzalísticas que pretender que el puertorriqueño promedio empiece a cuidar los recursos naturales y deje de ser tan puerco».