El reciente encontronazo con los medios de Thomas Rivera Schatz se dio luego que un reportero del magacín informativo El Nuevo Día lo implicara en un asunto turbio con un empleado fantasma. En vez de defenderse de las acusaciones en su contra, sin embargo, el presidente senatorial optó por decir lo siguiente desde el hemiciclo legislativo: «Antonio Luis Ferré, Albi y la María Luisa tienen dinero, pero no tienen vergüenza, y yo sí«, quizás confundiendo tener vergüenza con la vergüenza ajena que sienten quienes escuchan hablar al Presidente del Senado.
«Si a mí me tiran, yo no me voy a quedar calla’o», aseguró Rivera Schatz con tono de guapetón de barrio. «Y cuando yo pienso en alguien que no se queda callado cuando lo insultan, pienso en un nene de escuela elemental. Es por eso que he contratado a un grupo selecto de estudiantes de nueve a doce años para que me asesoren a la hora de formular mis respuestas a los ataques viles e infundados de los que he sido víctima últimamente — ¡o simplemente si quiero venirle con alguna repugnancia a algún contrincante poítico!», explicó, evidenciando por qué sonó como un nene chiquito cuando le dijo «pajuato» a Alejandro García Padilla.
«Yo le dije al señor del bigotito que no podía dejar que lo insultaran y quedarse da’o», aseguró Miguelito, quien a sus doce años es el miembro senior del grupo que asesora a Rivera Schatz en materias de respuestas mediáticas. «Le conté que a mí una vez un chamaquito me mentó la madre y yo vine rápido y lo llamé ‘pato’ — que no sé qué quiere decir exactamente, pero debe ser algo malo porque al menos en sexto grado ese es el peor insulto que te pueden decir», aseguró el niño, desconociendo que desgraciadamente la sociedad no es mucho más madura allende a la escuela primaria. «De hecho, gracias a Miguelito fue que se me ocurrió eso de decirle ‘cua cua’ a Eduardo Bhatia«, rio zalameramente el presidente senatorial.
«El don ese que huele a Old Spice y que habla bien duro nos pidió que lo ayudáramos a responderle a alguien que lo llamó ‘corrupto'», explicó Martita, una niña de diez años quien funge como secretaria del grupo de asesoría mediática de Rivera Schatz, a la vez que preside el Club de Fanáticas de Hello Kitty junto a sus amiguitas. «Yo no entiendo qué es eso de ‘corrupto’ — aunque según mis papás, todos los políticos lo son, así que no sé qué tan malo puede ser si la gente sigue votando por ellos. De todos modos, como el señor que nos paga con paquetitos de Nutella y Bubble Yum nos pidió sugerencias, yo le dije que por qué no le decía ‘pilluelo’ a la persona que lo insultó». Acto seguido, el presidente senatorial se montó en tribuna y tronó contra la familia Ferré Rangel, llamándolos a todos «ladrones» (quizás porque estimó que llamarlos «pilluelos» delataría la proveniencia infantil de sus expresiones).
«Es fácil», concluyó Rivera Schatz. «Si alguien te acusa de algo que es cierto y no puedes rebatirle los argumentos con el uso de la razón, le respondes como lo haría un nene chiquito y San Seacabó. Luego que hagas eso, la discusión mediática girará en torno a qué palabra escogiste, qué entonación usaste, y cuánto se parece tu bigote al de Hitler, y cuando vienes a ver, nadie está hablando de la acusación que te hicieron y de sus méritos — ¡y qué puede ser mejor que eso!».